Por ANULFO MATEO PÉREZ
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La Democracia que padecemos ha evolucionado desde el derrocamiento de la
tiranía de Rafael Trujillo (30 de mayo, 1961), hasta nuestros días, en una
recurrente degradación, como consecuencia de un capitalismo tardío, atrasado y
subordinado a otros centros de mayor desarrollo económico-social.
Una dictadura que perduró más de 30 años (1930-1961), proyectó después de su
caída la cultura despótica, arma usada por las élites del poder para crear un
muro de contención al ejercicio democrático.
El interés de EEUU en preservar el aparato burocrático-militar trujillista y
facilitar su dominación, dio como resultado una “democracia restringida” y
pervertida, como la que padecemos hoy.
No conforme con el ejercicio libérrimo del pueblo en las urnas, el 25 de
septiembre de 1963, EEUU dirigió contra el gobierno de Bosch un golpe de estado,
usando ese viejo aparato militar heredado de la dictadura.
Luego de la Revolución de Abril de 1965, fueron celebradas elecciones
generales bajo estricto control imperial, donde el poder
oligárquico-imperialista impuso a sangre y fuego al déspota ilustrado Joaquín
Balaguer.
Gobernó durante tres períodos consecutivos (1966-1978), a través de sucesivas
reelecciones hijas de comicios fraudulentos, el imperio de la represión y el
terror contra sus adversarios más firmes y decididos.
El PRD logró sustituirle durante ocho años (1978-86), con el apoyo de la
Administración Carter y el gobierno de Carlos Andrés Pérez, para retornar en
1986 -hasta 1996-, desplazando a un partido blanco derechizado.
La precaria fortaleza de esta pseudo democracia reside en la vocación
libertaria del pueblo; el rol jugado por los escasos medios plurales de
comunicación, los digitales alternativos y las redes sociales en Internet.
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