El
término caudillo -del latín: capitellium, cabeza- es utilizado para referirse a
un cabecilla, ya sea político, militar, religioso o ideológico. Se trata de una
persona por lo general egocéntrica y narcisista.
Aunque
los pueblos han ido diferenciando entre líder y caudillo, persiste la tendencia
de muchos políticos de imponerse como únicos cabezas pensantes de su
conglomerado social.
Muchos
de ellos se convierten en verdaderos dictadorzuelos, que mediante la corrupción
y el crimen de todo género, llegan a erigirse en verdaderos azotes para sus
pueblos.
Militares
trogloditas, civiles politiqueros, religiosos perversos, pseudo intelectuales,
entre otras denominaciones, han logrado embaucar a seguidores para convertirse
no en líderes, sino en jefes o caudillos.
Una
de las condiciones del jefe o caudillo, para que alguien sea aceptado en su
reino y ser reconocido como parte del mismo, es dejar la cabeza guardada en un
baúl antes de entrar al círculo de sus seguidores.
La
praxis política ha enseñado que jefes o caudillos o pseudo líderes, por lo
general son corruptos, carecen de moral y ética, y en muchos casos se
convierten en tiranos.
Son
nefastos para los países donde logran acceder al poder, porque se implican en
actos de corrupción, dando paso al enriquecimiento personal y a la de pequeños
grupúsculos de su entorno.
Líder
y caudillo, son opuestos. El líder es carismático, con abundantes méritos;
interpreta el sentir de su pueblo y actúa en consecuencia. El caudillo impone
su voluntad mediante el chantaje.
El
ejemplo chileno es ilustrativo: Salvador Allende Gossens fue un paradigma de
líder, en la absoluta acepción del término, mientras Augusto Pinochet Ugarte se
impuso como caudillo militar, dictador corrupto y asesino.
24/Julio/2011.
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