Raíces Radio

jueves, 21 de marzo de 2013

Dos muchachos americanos, ingenuos y pueriles


Por ANULFO MATEO PÉREZ

Dos hombres muy jóvenes llegan al hotelito a buscar alojamiento. Al dirigirse uno de ellos al dueño, su "pinta" y acento idiomático lo delata como norteamericano, al igual que a su acompañante.

El hecho no tuviera ninguna trascendencia si no dijera que eso sucedía en febrero de 1966. Sus "nombres": Lorenzo y Benitín, los cuales nunca he olvidado al hacer el ejercicio nemotécnico desde el primer día en que los escuché; la analogía era sencilla: "Lorenzo y Pepita" y "Benitín y Eneas".


La Revolución de Abril de 1965 estaba aún muy fresca en la memoria de todos los adolescentes que dimos seguimiento entusiasta a ese gran acontecimiento.


"Lorenzo" y "Benitín" eran dos "ingenuos muchachos" norteamericanos que llegaron a estudiar la posibilidad de perforar unos pozos para instalar molinos de viento que darían agua en las zonas rurales más inhóspitas de la región del valle de San Juan.


No comían en el hotelito, ni ingerían ningún tipo de bebida, ni siquiera agua. Salían muy temprano en la mañana y regresaban casi al anochecer. Charlaban un ratito antes de irse a la cama. Por lo general me interrogaban acerca del idioma. ¿Qué es mondongo? ¿Tripas? ¿Qué es batata? ¿Tubérculo? (lo pronunciaba sin acento) y eso estimulaba la risa de todos.


Y luego se retiraban a sus habitaciones.


Ese diálogo tan insustancioso y pueril les granjeaba simpatía a los muchachos americanos que venían a ayudar a buscar agua en el subsuelo, para las zonas más desérticas de San Juan.


De todas formas y aprovechando su ausencia, no estaba nada mal hacer una inspección minuciosa y con sumo cuidado de sus escasísimas pertenencias y de sus habitaciones, para ver qué ocultaban los amigos; qué se proponían estos jóvenes huéspedes, ingenuos y simpáticos.


Nada importante o sospechoso se encontró, absolutamente nada. Un par de semanas después desaparecieron como llegaron y el pago de los servicios en el hotelito lo dejaron con una de las muchachas de la limpieza.


Evadieron la despedida. Jamás se supo de ellos. Tampoco se supo nada de los pozos ni de los molinos de viento.


Unos meses después conocíamos a un "mejicano", que llamaba la atención por su acento inconfundible del idioma inglés y el contraste de sus rasgos físicos marcadamente latinos. Se auto presentó en la sociedad sanjuanera como un técnico civil de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID).


El pelo como un erizo, igual como lo mostraba su pequeño hijo que concurría al mismo colegio a donde acudíamos nosotros de lunes a viernes.


Su residencia, distante a unos 50 pasos del cuartel de la Policía Nacional y otros tantos del Palacio de Justicia. De su techo se empinaba una enorme antena, como las que usan las emisoras y que todos apreciamos hoy en día por doquier.


Al igual que "Benitín" y "Lorenzo", así como llegó, se esfumó de la ciudad junto a su reducida familia. Luego se dijo que se trataba de un personaje que trascendía las herméticas fronteras de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para "escalar el estrellato" universal. En efecto, su nombre y trabajos "técnicos" pasaban a llenar las páginas de los diarios de todo el mundo, al ser secuestrado y luego ajusticiado en Montevideo, Uruguay, por los Tupamaros. Su nombre: Dan Mitrione.


Ese técnico civil de la AID, se dedicaba en sus "ratos libres" a organizar la Banda Colorá en la capital de la República, organización parapolicial de triste recordación, que operó en Santo Domingo y que descolló con fama nacional e internacional en los años de la década de 1970. También hacía sus aportes al entrenar el personal de los "servicios de seguridad" que se encargaría luego de perseguir, reprimir, torturar y desaparecer jóvenes revolucionarios.


Un ex agente de la CIA, Ralph W. MCGehee, que formó parte de esa organización entre 1952 y 1977, ha dado testimonio de las andanzas de Dan Mitrione (Daniel) por Brasil, Uruguay, República Dominicana y otros países latinoamericanos.


La narración de sus hechos es horripilante. En su libro, "Deadly Deceits My 25 years in the CIA" ("Engaños mortales: Mis veinticinco años en la CIA"), Ralp indica que este señor trabajaba como asesor de seguridad de las dictaduras latinoamericanas y en la represión que impusieron a sus respectivos pueblos.


Señala el ex agente, que la CIA "organizó grupos terroristas para atacar y asesinar políticos de izquierda sin implicar a los gobiernos. Estos grupos incluyen La Mano Blanca y Ojo por Ojo en Guatemala, La Banda en República Dominicana y El Escuadrón de la Muerte en Brasil".


Y eso lo dice McGehee, que fue durante 14 años "oficial de operaciones" en el extranjero y durante 11 años oficial de alto rango en el cuartel general de la CIA en Langley.


Según McGehee la CIA armó directamente "la policía secreta" y "escuadrones de la muerte" en "El Salvador, Guatemala, la Nicaragua pre-sandinista, Corea del Sur, Irán, Chile y Uruguay". El ex agente señala que esas operaciones son las responsables de "torturas, desapariciones y muertes".


McGehee reconoció también que "en 1973 la CIA supervisó y asesinó al presidente Salvador Allende" en Chile y señaló que la empresa electrónica norteamericana ITT "ofreció un millón de dólares a la CIA para que diera un golpe". Agregó que la agencia colaboró con los militares chilenos desde 1971 para elaborar un listado de "20.000 candidatos a ser asesinados la mañana del golpe" (pinochetista).


Sobre las acciones de Dan Mitrione, McGehee asegura que en Uruguay la CIA "estuvo asociada a los escuadrones de la muerte. La estación de la CIA tuvo un control sobre las listas de los más importantes activistas de la izquierda. Entregó nombres de sus familias y amigos. Mediante el servicio de alianza, la CIA obtuvo y entregó (a los servicios de inteligencia y al escuadrón de la muerte) nombres completos, fecha y lugar de nacimiento, nombre de los padres, direcciones, lugar de trabajo y fotografías. Fue una información invalorable para las operaciones de control de los subversivos y una variedad de otros propósitos".


En 1969, la agencia envió a Montevideo al "conocido torturador" Dan Mitrione. El ex agente comenta que hasta ese año, "las fuerzas de derecha solamente habían utilizado la tortura como último recurso. Mitrione los convenció para que la usaran como una práctica rutinaria. Su dicho era: 'El dolor exacto, en el lugar exacto, en la cantidad exacta para obtener el efecto deseado'. Las técnicas de tortura que enseñó a los escuadrones de la muerte rivalizaron con los nazis. Finalmente se volvió tan temido que los revolucionarios lo secuestraron y lo asesinaron un año después", así lo relata el ex agente de la CIA, Ralph W. MCGehee.


Aconsejaba Mitrione a sus alumnos, como experto torturador: "Antes que nada hay que ser eficiente. Hay que causar sólo el daño estrictamente necesario, ni un milímetro más. Debemos controlar nuestro temperamento en todo caso. Se debe actuar con la eficiencia de un cirujano y con la perfección de un artista".


Hoy, personalidades liberales y sectores de izquierda, de cuyo seno recordamos nombres como el de Guido Gil, Otto Morales, Amín Abel, Homero Hernández, Orlando Martínez, Narcisazo, entre otras víctimas, alertan sobre los afanes del Comando Sur de Estados Unidos con una escuela de sargentos inaugurada en Las Calderas de Baní y las operaciones militares denominadas "Nuevos Horizontes", en Barahona.


Planes estratégicos y ejercicios militares estadounidenses que se ponen en práctica en el sur de nuestro país, cuyos campamentos están a solo escasos minutos de puerto y aeropuerto, que evocan esos dolorosos recuerdos. Y en momentos en que se habla de guerras preventivas y la lucha contra el "terrorismo" (antes contra el "comunismo").


La convicción de muchos, de que "algo tenebroso" se trama contra el país y contra los sectores más progresistas y revolucionarios, es difícil de disipar, por más que se ofrezcan explicaciones oficiales favorables a la "inofensiva" presencia de marines norteamericanos en la República Dominicana.


Sobre todo, conociendo y valorando en su justa dimensión la inteligente expresión popular: "Perro huevero…"


Abril de 2006.

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