Por ANULFO MATEO PÉREZ
La arrogancia la hemos visto en personalidades destacadas en las letras, las artes y las ciencias; en el poder político, económico y militar... Por esa alegada condición, el dardo de la crítica impactó en brillantes escritores como Ernest Hemingway, Truman Capote, George Bernard Shaw y Julio Cortázar.
Se trata de individuos orgullosos, que por creerse superiores desprecian y humillan a los demás. Incluso, se afirma, que en algún momento la arrogancia intelectual ha sido un “pecado” de la psiquiatría.
Algunos personajes han sido descritos como ególatras irredimibles, incluyendo a verdaderos genios, gente altiva que no pueden ocultar su “complejo de inferioridad” y deseos de magnificencia.
La arrogancia por lo general está más cerca de la inseguridad y necesidad de aprobación que de la confianza en sí mismo, dando la impresión de superioridad en el sujeto en su interacción con el medio social.
La soberbia es uno de los siete pecados capitales, y esta se confunde estrechamente con la arrogancia, considerado el más grave de los pecados capitales, definidos por Dante Alighieri en La Divina Comedia.
Esta conducta es tan considerada en la moral cristiana, que la señalan como la principal fuente de la que derivan los otros seis pecados capitales: la lujuria, la envidia, la ira, la gula, la avaricia y la pereza.
Lo penoso de todo esto, es cuando la arrogancia se expresa a través de gente de escasa formación ética e intelectual, para terminar en su absoluta ignorancia, mostrando su impúdica y ridícula desnudez.
Y que en una visión contrastante de humildad, hay que aceptar que en escribidores y artistas universales o genios de las ciencias, la arrogancia al menos no le quita ni una pizca de calidad a sus obras imperecederas.
Raíces Radio
domingo, 31 de julio de 2016
domingo, 24 de julio de 2016
El horario de los médicos
Por ANULFO MATEO PÉREZ
El cumplimiento del horario laboral de médicos, enfermeras, bioanalistas, psicólogos y personal de apoyo en los hospitales públicos debe estar bajo el control absoluto de las autoridades sanitarias y no de los gremios a los cuales están afiliados, por lo que no debe ser tema de discusión politiquera.
Sólo vasta con aplicar lo establecido en los documentos firmados por las partes al respecto, se trate de un puesto ganado mediante concurso de oposición o de contratación, como ahora prefiere el gobierno.
El incumplimiento del horario y ausentismo de una parte del personal profesional y de menor rango se inscribe en el marco del desastre generalizado por el que atraviesa el obsoleto sistema estatal de salud.
Lo cierto es que mientras una parte del personal de salud prioriza su ejercicio a la práctica privada, por los bajísimos salarios en la pública y el desorden, otros hacen lo contrario con un miserable salario.
¿Por qué se mantiene a una parte de los jefes de servicios en ignominiosas circunstancias, con tarjetas y salarios de médicos ayudantes, algunos incluso ex-jefes de servicio que reciben el pago de sus pensiones en esas abusivas condiciones?
¿A quiénes están asignadas esas tarjetas de jefes de servicio? ¿Por qué si los jefes de servicios, que por lo general cumplen horario, su salario es casi el mismo de los médicos ayudantes? ¿Cuál es la justificación para nombrar a un especialista con tarjeta de médico general?
¿Por qué las guardias presenciales de 24 horas o la asistencia a las emergencias se incluyen en el empobrecedor salario de los médicos? ¿Por qué se han descontinuado los concursos públicos de oposición para la selección de ese personal?
Sencillamente, porque al gobierno del PLD le da un comino todo eso y mucho más, poniendo su mayor empeño en remodelar hospitales a un costo multimillonario, con suculentas partidas para el boato oficial.
El cumplimiento del horario laboral de médicos, enfermeras, bioanalistas, psicólogos y personal de apoyo en los hospitales públicos debe estar bajo el control absoluto de las autoridades sanitarias y no de los gremios a los cuales están afiliados, por lo que no debe ser tema de discusión politiquera.
Sólo vasta con aplicar lo establecido en los documentos firmados por las partes al respecto, se trate de un puesto ganado mediante concurso de oposición o de contratación, como ahora prefiere el gobierno.
El incumplimiento del horario y ausentismo de una parte del personal profesional y de menor rango se inscribe en el marco del desastre generalizado por el que atraviesa el obsoleto sistema estatal de salud.
Lo cierto es que mientras una parte del personal de salud prioriza su ejercicio a la práctica privada, por los bajísimos salarios en la pública y el desorden, otros hacen lo contrario con un miserable salario.
¿Por qué se mantiene a una parte de los jefes de servicios en ignominiosas circunstancias, con tarjetas y salarios de médicos ayudantes, algunos incluso ex-jefes de servicio que reciben el pago de sus pensiones en esas abusivas condiciones?
¿A quiénes están asignadas esas tarjetas de jefes de servicio? ¿Por qué si los jefes de servicios, que por lo general cumplen horario, su salario es casi el mismo de los médicos ayudantes? ¿Cuál es la justificación para nombrar a un especialista con tarjeta de médico general?
¿Por qué las guardias presenciales de 24 horas o la asistencia a las emergencias se incluyen en el empobrecedor salario de los médicos? ¿Por qué se han descontinuado los concursos públicos de oposición para la selección de ese personal?
Sencillamente, porque al gobierno del PLD le da un comino todo eso y mucho más, poniendo su mayor empeño en remodelar hospitales a un costo multimillonario, con suculentas partidas para el boato oficial.
domingo, 17 de julio de 2016
Esquiroles tras las migajas
Por ANULFO MATEO PÉREZ
El fundamentalismo económico de corte neoliberal es la base del accionar del PLD, desde que Joaquín Balaguer le entregara el poder en 1996 a Leonel Fernández, afianzándose en el gobierno de Danilo Medina, que mantiene bajas inversiones públicas, por ejemplo, en la seguridad social y en la educación.
De forma muy sutil han ido privatizando esos servicios vitales, a tal punto que las empresas dedicadas a la enseñanza y al renglón de la salud se han convertido en negocios muy próspero para sus inversionistas.
Nada ha inventado el PLD, sino que se trata de la “concupiscencia” de sus gobiernos al programa del Consenso de Washington, que elaboró la pauta de privatizar los servicios que debe proveer el Estado.
Así se ha venido a repetir en el país, como en otros, privatizar la recaudación de los aportes a la seguridad social, la pírrica inversión del gasto público en salud y educación, uno de los más bajos de América Latina.
El fundamentalismo neoliberal es la savia que nutre la tozudez del gobierno de Danilo Medina ante los reclamos de Panasalud, que entiende como urgente poner fin al caos que prevalece en todo el sistema.
Como respuesta, los médicos han recibido la amenaza de incrementarles el horario de un trabajo mal remunerado, afirmar el desorden institucional, la baja inversión y pésimos servicios a la población.
El gobierno ha preferido estimular la traición en los gremios, para quebrar el movimiento que reclama el 5% del PIB para el sector salud, la elevación sustancial del salario y otorgar pensiones dignas.
Y como de costumbre, los esquiroles enquistados en la dirección de algunas organizaciones niegan a su clase y agremiados, a cambio de migajas de un gobierno que chantajea, miente y abusa de los trabajadores.
El fundamentalismo económico de corte neoliberal es la base del accionar del PLD, desde que Joaquín Balaguer le entregara el poder en 1996 a Leonel Fernández, afianzándose en el gobierno de Danilo Medina, que mantiene bajas inversiones públicas, por ejemplo, en la seguridad social y en la educación.
De forma muy sutil han ido privatizando esos servicios vitales, a tal punto que las empresas dedicadas a la enseñanza y al renglón de la salud se han convertido en negocios muy próspero para sus inversionistas.
Nada ha inventado el PLD, sino que se trata de la “concupiscencia” de sus gobiernos al programa del Consenso de Washington, que elaboró la pauta de privatizar los servicios que debe proveer el Estado.
Así se ha venido a repetir en el país, como en otros, privatizar la recaudación de los aportes a la seguridad social, la pírrica inversión del gasto público en salud y educación, uno de los más bajos de América Latina.
El fundamentalismo neoliberal es la savia que nutre la tozudez del gobierno de Danilo Medina ante los reclamos de Panasalud, que entiende como urgente poner fin al caos que prevalece en todo el sistema.
Como respuesta, los médicos han recibido la amenaza de incrementarles el horario de un trabajo mal remunerado, afirmar el desorden institucional, la baja inversión y pésimos servicios a la población.
El gobierno ha preferido estimular la traición en los gremios, para quebrar el movimiento que reclama el 5% del PIB para el sector salud, la elevación sustancial del salario y otorgar pensiones dignas.
Y como de costumbre, los esquiroles enquistados en la dirección de algunas organizaciones niegan a su clase y agremiados, a cambio de migajas de un gobierno que chantajea, miente y abusa de los trabajadores.
sábado, 9 de julio de 2016
¿De qué salud nos hablan?
Por
ANULFO MATEO PÉREZ
El
concepto aprobado el 22 de julio de 1946, entró en vigor el 7 de abril de 1948
sin que se haya modificado, lo que significa que debe ser la guía obligada para
los Estados firmantes y sus modelos de salud.
Pero
resulta que en muchos países como el nuestro, esa triste realidad está
absolutamente divorciada de ese mandato, al regir obsoletos modelos sanitarios
y los recursos que invierten son insuficientes.
La
precariedad con la que se desenvuelve la Salud Pública ha
permitido que los servicios médicos privados se hayan desarrollado, sólo para
los sectores de la sociedad con mayores ingresos económicos.
El
“bienestar físico, mental y social” de la resolución de la OMS va más allá de una simple interpretación;
en verdad se refiere a un sistema político, económico y social inclusivo, no al
nuestro que lo niega.
Cuando
el Colegio Médico Dominicano (CMD) enarbola las reivindicaciones para el sector
ante el gobierno, está poniendo el dedo en la llaga porque está planteando una
revolución en la salud y en la sociedad.
Panasalud no debe olvidar que hace sus justos reclamos a un gobierno neoliberal, cuyo
norte es privatizar no sólo la salud, sino servicios públicos como educación,
energía, transporte, agua potable, entre otros.
Para
vencer la tozudez del gobierno ante la demanda de un 5 % del PIB para la salud,
mejorar el salario a los servidores del sector y adoptar un sistema incluyente, médicos, enfermeras, bioanalistas, psicólogos, entre otros, tendrán que realizar titánicos esfuerzos.
domingo, 3 de julio de 2016
Autoritarismo y corrupción
Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Uno
de los grandes males que se han ido estructurando en la sociedad dominicana es
la cultura del ascenso socio-económico a través de la corrupción de Estado, promovida
por los que gobiernan y disponen a su antojo de los recursos públicos para mantenerse
en el poder de forma autoritaria e ininterrumpida.
Promueven
el juego de azar, narcotráfico, lavado de activo, mendicidad, asistencialismo
politiquero, nominillas de “botellas” pagadas con recursos públicos y canonjías
a cambio de genuflexión política.
Como
parte de la descomposición que han promovido en el país, apreciamos un repunte
de la prostitución femenina, masculina e infantil, así como del raterismo y
pandillerismo que acogotan a los dominicanos.
Los
que gobiernan, más que dirigentes de una nación, son grandes empresarios
anidados en los recursos públicos, los que se reparten a través de la inversión
estatal y la articulación con redes bien organizadas.
Han
hecho de la administración pública un estercolero, el súmmum de la ineficiencia
y el despilfarro; se nutren del erario succionando la mayor parte y
“boroneando” a sus promotores más comprometidos.
Frente
a este desastre habría que repetir con Américo Lugo, de que “el pueblo dominicano
no constituye nación”, por el envilecimiento al que se le había sido sometido
desde la intervención yanqui de 1916.
Lo
peor de todo esto, es que los gobiernos del PLD han ido inoculando la insensibilidad
frente a la corrupción, de manera que la descomposición ético-moral de la
sociedad se considere como algo muy normal.
Contra
lo que alertó Hannah Arendt al citar la “banalización del mal”, que promueve la
sumisión a la “autoridad” y justifica la incondicionalidad irracional para
violentar normas de respeto a la dignidad humana.
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