
Los
intentos y actos suicidas se incrementan en el país y debe preocupar que el
deprimido esté usando cada vez más las redes sociales para anunciar que
renuncia a la vida. Urge la intervención de las autoridades sanitarias,
especialistas en salud mental y toda la sociedad contra ese flagelo.
El
sociólogo Émile Durkheim estableció en el siglo XIX la disciplina académica y,
junto con Karl Marx y Max Weber, perfeccionó el positivismo promoviendo el
realismo epistemológico y el método hipotético deductivo.
El
investigador francés dividió el suicidio en tres categorías: egoísta, altruista
y anómico, los cuales no vamos a analizar en esta entrega, estableciendo la
base sociológica de sus criterios.
Hoy
podemos opinar con propiedad científica respecto a las causas biológicas,
psicológicas y sociales de la depresión y el suicidio, y actuar para disminuir en
cada caso su incidencia y prevalencia.
El
que planea suicidarse tiene ganas de llorar o llora a solas y es dado a padecer
de insomnio. No contiene las lágrimas ante ciertos comentarios; está cansado en
exceso y la pereza es invencible; se siente desanimado y no halla el motivo.
La
tarea que antes valoraba rutinaria, le supone ahora un esfuerzo abrumador;
responde a las preguntas con monosílabos e irritabilidad; asume culpabilidad de
cosas que había olvidado; no se concentra para leer.
Se
torna pesimista, ahogado en oscuros pensamientos; fantasea con la muerte y su
funeral; por lo común pide auxilio de forma sutil. El papel relevante de sus
allegados es descodificar el pedido de ayuda.
El
deprimido debe comunicar su aflicción a sus más cercanos y procurar la
asistencia de un psicólogo o psiquiatra (o ambos), quienes le ayudarán a
superar la depresión y evitar el suicidio.
5/Mayo, 2013.