Raíces Radio

domingo, 31 de julio de 2016

La arrogancia

Por ANULFO MATEO PÉREZ 

La arrogancia la hemos visto en personalidades destacadas en las letras, las artes y las ciencias; en el poder político, económico y militar... Por esa alegada condición, el dardo de la crítica impactó en brillantes escritores como Ernest Hemingway, Truman Capote, George Bernard Shaw y Julio Cortázar. 

Se trata de individuos orgullosos, que por creerse superiores desprecian y humillan a los demás. Incluso, se afirma, que en algún momento la arrogancia intelectual ha sido un “pecado” de la psiquiatría. 

 Algunos personajes han sido descritos como ególatras irredimibles, incluyendo a verdaderos genios, gente altiva que no pueden ocultar su “complejo de inferioridad” y deseos de magnificencia. 

La arrogancia por lo general está más cerca de la inseguridad y necesidad de aprobación que de la confianza en sí mismo, dando la impresión de superioridad en el sujeto en su interacción con el medio social. 

La soberbia es uno de los siete pecados capitales, y esta se confunde estrechamente con la arrogancia, considerado el más grave de los pecados capitales, definidos por Dante Alighieri en La Divina Comedia.

Esta conducta es tan considerada en la moral cristiana, que la señalan como la principal fuente de la que derivan los otros seis pecados capitales: la lujuria, la envidia, la ira, la gula, la avaricia y la pereza. 

Lo penoso de todo esto, es cuando la arrogancia se expresa a través de gente de escasa formación ética e intelectual, para terminar en su absoluta ignorancia, mostrando su impúdica y ridícula desnudez. 

Y que en una visión contrastante de humildad, hay que aceptar que en escribidores y artistas universales o genios de las ciencias, la arrogancia al menos no le quita ni una pizca de calidad a sus obras imperecederas.

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