Raíces Radio

sábado, 15 de febrero de 2014

Cuando el SIM asaltó la Casa Curial y a Monseñor Thomas F. Reilly


Por ANULFO MATEO PÉREZ

SAN JUAN DE LA MAGUANA.- Al momento de ajusticiar al dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, este municipio era la común cabecera de la Provincia Benefactor, nombre dado en “honor” al tirano, y adonde en 1948 llegaría el sacerdote Thomas F. Reilly, para atender las parroquias de esta ciudad y Barahona.

Reilly nació en Boston, Massachusetts (EEUU), el 20 de diciembre de 1908, siendo ordenado como Redentorista  (CSsR), el 10 de junio de 1933. Estudió en la Universidad Católica de Washington, graduándose de Doctor en Derecho Canónico e inició su sacerdocio en el Este de los Estados Unidos, de 1938 a 1942.

Este sacerdote católico había sido nombrado capellán de la infantería estadounidense durante la II Guerra Mundial, ejerciendo sus funciones en Alaska, Filipinas y Japón.

Su primera misión en el país fue en la Parroquia Santa Lucía, en Las Matas de Farfán. Luego designado Administrador Apostólico de la Prelatura de San Juan de la Maguana. Tomó posesión el 16 de marzo de 1954 y elegido obispo el 22 de julio de 1956. Junto a monseñor Francisco Panal Ramírez, encabezó la lucha de la Iglesia contra Trujillo.

Ya en 1960-61, el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), tenía una casa de seguridad en la Mesopotamia, y decapitada la tiranía, la ocupó Mariano de los Santos Herrera (“Pollón”). Muy próximo había una fábrica de salchichón de un oficial del SIM, en la finca de mi vecino Manuel Emilio Cuello (Neneno), donde instruían a los paleros que más tarde atacarían la Casa Curial, en la calle Trinitaria esquina Duarte.

El chofer Jesús Cabrera Mateo (Chón), de 77 años, sirvió de correo a los sacerdotes cuando había que llevar algún mensaje al Colegio Santo Domingo en la Capital. El fotógrafo José Saladino Figuereo Oviedo (Salao), de 83 años de edad, fue quien cubrió gráficamente el ataque a la residencia de los sacerdotes redentoristas el 13 de abril de 1961; él vivía al frente, a un paso de la Catedral. Ambos narraron lo acontecido.

—¿Saladino, qué fue lo que sucedió mientras usted tomaba fotos del saqueo a la Casa Curial? ¿Por qué, -luego de tomar las instantáneas- el SIM lo andaba persiguiendo?
—Bueno, él creyó (se refiere a un agente del SIM), que como yo estaba en todo lado con mi cámara, con esa autoridad, ¡pram!, ¡pram!, el creyó que las fotos mías eran oficiales. Pero luego se enteró que no era así.
—¿Cómo se llamaba el agente del SIM?
—Creo que era Luis Manuel Sanlley.
—Entonces, ¿qué pasó? …lo estaban buscando los agentes del SIM.
—Sí, él me estaba buscando para que le diera los negativos. Yo me escondí. Unos dos o tres días escondidos, en un cafecito… en Los Mojaos… en un rancho.
—No había ni calles por ahí, en esa época.
—Nooo, pero habían negocitos. Estanislao Brito tenía un negocito por ahí, y yo me metí ahí, en un “reservado”, estuve como dos días… y él buscándome… y no me consiguió.
—Yo recuerdo a un hombre robando un colchón. ¿Y usted qué recuerda de esa tarde?
—La turba pasó varias veces por la Casa Curial, el 13 de abril de 1961, como a las 3:00 de la tarde, iban allá y venían, entre 20 y 25 personas. Entonces, la turba pasaba y amenazaba: “¡abran la puerta, abran la puerta, tienen media hora para que abran la puerta!”. Pero había un impedimento, porque en la puerta, -en la entrada al patio- estaba Caonabo Fernández. Yo estaba en la esquina, y fue uno de la turba y le dijo al coronel José María Alcántara: “Caonabo no deja entrar a nadie por el patio”. El coronel Alcántara, que estaba sentado en un banco del parque Sánchez, mandó a buscar a Caonabo, y le dio la orden que dejara eso… y Caonabo se retiró. (Se refiere al mayor de la Policía Caonabo Fernández, hijo del general Emilio Ludovino Fernández Malagón).
La puerta era de madera, la forzaron y la turba penetró a la planta baja de la Casa Curial, con la asistencia de los agentes del SIM, que incitaban al ataque… y saquearon todo.
—¿Usted puede narrar esa parte?
—A mi me dijo un calié, y a otros tributarios: “Mira, ahí hay maquinillas buenas”.Y le respondí: “Mira, ¿pero tú eres loco?”. Nadie pudo pasar arriba (a la segunda planta); se pararon tres sacerdotes en la escalera, cada uno con un bate (John Kelly, John Schomber y Bernard O' Connor)… y nadie pudo pasar. Pero de ahí sacaron de todo… yo vi que sacaron nevera; por el patio, cogieron los vehículos; Niño, marido de quien fuera luego gobernadora, ese cogió un jeep, y se subió mucha gente con él, y comenzó a dar bandazos. Yo vi un hombre empujando un freezer por la acera…
—Saladino, ¿y que pasó con monseñor Reilly?
—La turba se fue a la casa de monseñor, pero él se escondió en un closet con sus prendas de obispo. Más tarde, como a la 5:00 de la tarde, salió a pie con destino a la Casa Curial, protegido de un policía primo mío, de apellido Mora. Entonces, la directora Soraida Reyes se enteró de lo que estaba pasando, despachó a los muchachos de la escuela Francisco del Rosario Sánchez y se formó una procesión. Recuerdo, que al llegar a la esquina de la Independencia (Avenida Presidente Trujillo) con Anacaona, salió “Madre Gorda” ahí, y voceó: “Ese americano del diablo, dénmelo para fusilarlo”. Monseñor se paró, prendió un cigarrillo, miró… y siguió su camino hacia la Casa Curial.
—Madre Gorda, ¿y quien era Madre Gorda?
—¿Madre Gorda? Oh, era el dueño del hotel que estaba ahí en la 16 de agosto con Anacaona.

La indignación de la tiranía, que encabezaba Rafael Leonidas Trujillo Molina, se incrementaba por las prédicas de la Iglesia, sabiendo que su régimen de oprobio se tambaleaba por la resistencia y lucha del pueblo dominicano y la clara determinación del gobierno de los Estados Unidos de retirarle su respaldo y propiciar su derrocamiento.
Las críticas desde el púlpito de sacerdotes y obispos, cuyas voces más altas eran las de Monseñor Thomas F. Reilly, en San Juan de la Maguana, y Monseñor Panal, en La Vega, venían a agudizar la crisis del firmado acuerdo del Concordato entre la tiranía y la Iglesia Católica.

El resquebrajamiento de las relaciones de Trujillo con el clero, fue contrastante con el trato de paños y manteles de otros tiempos, como en su segundo año de gobierno, cuando se interesó en obtener el respaldo del Vaticano, decretando varias medidas en favor de la Iglesia Católica, como fue un subsidio por parte del gobierno.

Por esa medida “El Jefe”, recibió la Orden Hierosolimitana del Santo Sepulcro por parte del Arzobispo de Santo Domingo, Monseñor Adolfo Nouel, en agosto de 1931.
Apenas habían pasado unos meses (1932), para que el Padre Rafael Castellanos Martínez, quien había sustituido a Monseñor Nouel, se negara a someterse a su dictadura. Trujillo consideró la actitud del religioso como una rebeldía, quitando el subsidio. Pero la sangre no llegó al río.

El 15 de junio de 1954 Trujillo viajó al Vaticano para firmar un Concordato junto el Papa Pío XII, recibiendo la Gran cruz de la Orden Piana, esto le permitió a la Iglesia Católica volver a tener privilegios por encima de otras iglesias.

Sin embargo, el 31 de enero de 1960, todas las iglesias de República Dominicana se pusieron de acuerdo, y mediante una carta pastoral mostraron su desacuerdo con el régimen, destacándose Monseñor Reilly y Monseñor Panal. Trujillo recrudeció los ataques al clero y promovió protestas contra los obispos.

Monseñor Reilly, según se rumora en San Juan de la Maguana, mantenía una “especial consideración” del gobierno de Estados Unidos, en el momento del conflicto con Trujillo (1961), porque los Kennedy y los Reilly son de Massachusetts y existían relaciones primarias desde décadas atrás.

Al final de la década de 1950, Trujillo crea el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), para reprimir, torturar, asesinar a sus opositores y oprimir al pueblo dominicano. La tenebrosa organización contaba con agentes secretos y con Johnny Abbes como jefe, quien recibía las órdenes de represión y tortura directamente de Trujillo.

El SIM atemorizaba a la población en general mediante la tortura, contaba con varios lugares para llevarlas a cabo, los más recurrentes fueron la Cárcel del 9 y la Cárcel de la 40.

HOSTIGAMIENTO DEL SIM CONTRA LOS REDENTORISTAS

Los sacerdotes redentoristas, y en particular Monseñor Reilly, fueron hostigados por los agentes de forma persistente y ostensible. Cuando el personaje sanjuanero conocido como “Madre Gorda” le vociferaba con voz en cuello al obispo: “Ese americano del diablo, dénmelo para fusilarlo”, el religioso imperturbable siguió su camino, pero se dice que corría peligro de muerte.

Narra Jesús Cabrera Mateo (Chón), chofer de la “Línea Estrella Blanca”, quien servía de correo entre los sacerdotes redentoristas y los religiosos del Colegio Santo Domingo, que él fue testigo cuando el coronel José María Alcántara detuvo a Monseñor Reilly.

—Chón, ¿qué pasó con Reilly?
—Bueno, esa tarde yo llegué de la capital y cuando llegué a la bomba (estación de expendio de combustibles) venía ese gentío y era el general Alcántara que estaba paseando a Monseñor Reilly por el pueblo y frente a la bomba…
—¿¡Paseando a Monseñor Reilly… preso!?
—Sí, preso, paseándolo… cuando… recuerdo que las monjas estaban gritando y una balsa de gente gritando…
—¿Y en que lo paseaba… a pie o en…?
—A pie.
—¿¡A pie!?
— … y cuando se pararon ahí en la bomba, Independencia con Mariano, ahí en la esquina, casi en medio de la calle, Monseñor Reilly con una colilla de cigarrillo, así, quemándose esos dos dedos (índice y mayor), en la mano izquierda, le dijo a Alcántara: “Usted ha asesinado a mucha gente indefensa, pero usted no tiene capacidad para asesinarme a mi”. Eso dígalo, porque yo lo viví, de aquí ahí, como está usted… y eso no se me ha olvidado.
—¿Y cuál fue la reacción de Alcántara?
—Nada, dijo: “¡Vámonos!”… y siguieron. Después dejaron ir a Monseñor.
El fotógrafo José Saladino Figuereo Oviedo (Salao), quien cubrió con su cámara muchas de esas incidencias, narra como rescatan a Reilly.
—Saladino, ¿qué pasó con Reilly, cuando “Madre Gorda” lo amenazó?
—Entonces, al llegar a la Casa Curial, lo vino a buscar un carro de la embajada de Inglaterra, porque no había relaciones cuando eso con Estados Unidos.
—¿A Reilly?
—Sí… y a dos sacerdotes. Un carro negro… marca inglesa. Y se llevaron a Monseñor. Entonces, al día siguiente, un sacerdote de apellido Rodríguez, que era capellán de la iglesia, capitán, saqueo la parte de arriba de la Casa Curial.
—¿Cómo?
—Saqueó, en un carro de la aviación. Me dijo a mi: “Aquí asegurando las cosas de Monseñor”. Y yo le dije: “Y quien como usted, ahí están seguras, en sus manos”. Y siguió saqueando; echó varios viajes. Tiempo después, le pidió perdón a Monseñor.
—Bueno, por el momento hemos terminado. Ya hay bastante información para publicar. Gracias Chón, gracias Saladino, por contar esas vivencias. Espero que nos encontremos muy pronto para continuar.
 04 de junio del 2011.

jueves, 13 de febrero de 2014

Torre del balbuceo

Por: ANULFO MATEO PÉREZ 

Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Senaar y se establecieron muy contentos allí. 

Y se dijeron unos a otros: “Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego”. Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de un extraño betún blanco blanquito en lugar de argamasa. 

Luego dijeron: “Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra”. “¡E’ pa’rriba que vamos!”.

Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: “He aquí que todos forman un solo pueblo, todos hablan una misma lengua y todos comen solos, siendo este el principio de sus empresas”. 

Entonces, el semita Arturo del Tiempo Marqués dio inicio a la construcción de la Torre de Babel –conocida luego como “Torre Atiemar”– y al no hallar piedras utilizó ladrillos, unidos entre sí con argamasa de cocaína.

El dios asirio Ninurta olfateó el tóxico olor de tan extraña mezcla y mandó a trancar el Tiempo, con todo y reloj Rolex, e incautó el “material”. Al conocerse la noticia en la “Torre Atiemar”, todos se tornaron con la piel de gallina y los pelos de punta.

Y para evitar que “pandiera el cúnico” y se armara la de “no te menee”, una voz celestial dijo: 

“Descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros”. De modo tal, que todos los condómines se volvieron sordos y mudos.

Así, con un picazo inaugural, Yahveh amarró la lengua de los adquirientes del “vetusto” inmueble. Y desde entonces, poco se sabe de Babilonia, de la Torre y de los sordomudos. Palabra de Dios. ¡Te alabamos Señor!