Por ANULFO MATEO PEREZ Es aceptado por los expertos en el tema, que los factores
neurobiológicos están asociados al trastorno de personalidad antisocial,
centrándose en la identificación de las estructuras neuroanatómicas
implicadas, así como en el funcionamiento neurofisiológico que se altera
en el portador de esa condición. La sociopatía se expresa en gente “subyugadora”; va desde el sujeto
común hasta el de alto nivel intelectual; busca constituirse en líder
para tener poder y control; no respeta los derechos de los demás. Para él o ella, los otros son “cosas”; el sociópata siempre trabaja
para sí mismo, aunque diga todo lo contrario; entiende que los demás son
meros instrumentos; carece de sensibilidad de la empatía. Jamás logra ponerse en el lugar del otro, y cuando se constituye en
líder político reafirma estas características, logrando que todos estén a
su servicio; utilizan el dinero como un elemento de presión. Es muy difícil entrar en su cabeza, porque tiene una lógica
irracional. La bandera que utiliza siempre es supra personal, como los
líderes religiosos psicópatas, que apelan siempre a la salvación del más
allá. El sociópata ofrece el hombre nuevo, el proyecto nacional, la
liberación, la raza superior, la Nación, la patria; necesita buscar un
enemigo, para aglutinar; no se adapta a la tranquilidad, a la paz, al
sosiego. Su estructura mental no cambia. Necesita la crisis; ser reconocido
como salvador; en la paz, él no tiene papel; no la soporta, por eso las
sociedades lideradas por políticos de este tipo viven de crisis en
crisis.
El talón de Aquiles del sociópata es la frustración de sus planes;
cuando apuesta por un proyecto, pone todo en él y si no le sale bien,
entonces se desorganiza, hace tonterías y termina perdiendo el poder.
Por ANULFO MATEO PEREZ Mientras el secretario general de la ONU, António Guterres, insta al
mundo a la unidad para enfrentar con éxito la pandemia de Covid-19, se
impone la lucha de intereses sobre la solidaridad, y la fuerza del
capital sobre los más necesitados, frágiles y desamparados ante esta
tragedia. Aunque el Covid-19 no discrimina, porque puede incubarse con sus
nefastas consecuencias en ricos y pobres, explotadores y explotados,
blancos, negros, amarillos…, los más perjudicados serán los de abajo. Por más que se escuchen gritos lastimeros e hipócritas de la derecha
política, empresarios, religiosos… cuando se refieren a las condiciones
por las que atraviesa la humanidad, la lucha de clases no cesará. Y es que los dueños del mundo no están preocupados por los seres
humanos que sucumben ante la crisis sanitaria, sino que en el fondo su
mayor desazón es la repercusión de la misma sobre la economía. Su desvelo es por la baja en la producción y transacciones
comerciales; cuarentena de trabajadores a nivel global; “ausentismo”
laboral e inversión económica en el precario asistencialismo a los más
pobres. No sólo se impone negligencia e incapacidad de los gobiernos para
manejar la pandemia que nos azota, sino que ante la desgracia prevalecen
los intereses de quienes tienen el control político y económico. Ejemplo al canto: Mister Trump ha minimizado la crisis en su país,
que sólo en Nueva York cuenta unos 100 mil contagiados y más de 2,500
decesos, en tanto prioriza hostigar a Venezuela.
Nuestra realidad no es diferente; el Gobierno aprovecha la pandemia
de Covid-19 para sacar capital político electoral y sus más allegados
hacer grandes negocios ante el sufrimiento de los dominicanos.
La pandemia de covid-19 no es la primera ni la última de las pruebas
que ha padecido y tendrá que enfrentar la humanidad para sobrevivir ante
su práctica autodestructiva, en su irracional egoísmo, inoculado hoy
por el capitalismo salvaje, como ocurrió antes en la despiadada sociedad
feudal. En el siglo XIV, entre 1347 y 1353, la peste negra (Black Death)
afectó dramáticamente a Euroasia, matando a un tercio de su población;
pandemia transmitida a través de la bacteria conocida como Yersinia
Pestis. Una epidemia que conmovió a Inglaterra fue la peste bubónica, la cual
se concentró sobre todo en Londres. En el pueblito de Eyam en
Derbyshire, los aldeanos se autoimpusieron una cuarentena entre un año y
14 meses. El confinamiento en Eyam fue un éxito, sin embargo, antes de la
medida la enfermedad provocó la muerte del 75% de su población. La
epidemia mató entre 70,000 y 100,000 personas en toda Inglaterra. Estas pandemias nos hacen recordar a Giovanni Boccaccio, quien vivió
de 1313 a 1375; se le considera el primer renacentista, al estimarse a
Decamerón el triunfo irrefutable de la literatura profana. Decameron (significa 10 días) fue un golpe literario sobre el pesado
yugo de la opresión eclesiástica de su época, durante los cuales se
narraron 100 cuentos que contenían crítica a la sociedad medieval. En ese momento, el escritor y humanista italiano recrea en Decameron
la corrupción del clero y el cisma de occidente, coincidiendo con la
peste que asoló a Europa, Asia y África, y que en 1348 atacó a
Florencia.
Boccaccio, frente a la población aterrada, provoca que esta ría a
carcajadas al escuchar las narraciones de los curas corrompidos y los
maridos cornudos. Ante el covid-19, urge la edición y lectura de nuestro
Decameron.
Por ANULFO MATEO PEREZ Desde el ámbito de la salud mental, la pandemia de coronavirus y su
impacto implica una perturbación psicosocial que podría sobrepasar la
capacidad de manejo o abordaje, en lo individual, familiar y
macrosocial, provocando ansiedad, miedo, angustia, tristeza, insomnio,
malhumor o pánico. El cuadro clínico se acompaña de cambios en el funcionamiento
somático, como palpitaciones, tensión muscular, temblores, sensación de
“vacío en el estómago”, opresión precordial, entre otras molestias. Estas reacciones podrían ser transitorias o mucho más permanentes,
que actúan como mecanismos de defensa que alertan y preparan para
enfrentarse a situaciones traumáticas, que podrían lograr estabilidad. Prepara a los afectados para la tolerancia a la frustración y la
esperanza de superación de dificultades, pero si no logran capacidad
para la adaptación, entonces generan crisis, rompiendo el equilibrio. Esto puede suceder en situaciones extremas, que vulneran las defensas
psicológicas de manera brusca, como sucede con el impacto del Covid-19
en china, Italia o España, donde las situaciones han sido extremas. En estos casos aparecen reacciones psicosomáticas que ya no son
protectoras, sino que conducen a ciertas alteraciones emocionales de
gravedad y en algunos casos a verdaderas enfermedades mentales. Se podría presentar una conmoción mayor si por falta de controles
efectivos la pandemia hace estragos en nuestro país, amenazando la vida
de las personas, lo que implicaría situaciones muy prolongadas de
estrés.
Por todo ello, es que el Ministerio de Salud, el SNS y la Dirección
General de Salud Mental deben estar preparados para intervenir en
poblaciones afectadas por registros de casos de Covid-19, y así evitar
el pánico colectivo.
Por ANULFO MATEO PEREZ La República Dominicana pasa por una tensa situación, con tendencia a
empeorar ante una nueva crisis del capitalismo mundial, dados los
factores económicos, sociales y políticos complejos que terminarían
amenazando el sistema de dominación, pese a los cambios cosméticos
resultados de estas elecciones de 2020. Podría tratarse de una crisis orgánica, estructural, de régimen, de
hegemonía o todos esos aspectos a la vez, cuando las instituciones han
perdido la credibilidad y formal legitimidad ante la sociedad. ¿Estamos seguros de que se avizora una solución a la crisis cuando
sean celebradas las elecciones generales en 2020, cuyos protagonistas
son casi una réplica en términos políticos e ideológicos? La grave crisis económica que se avizora en el capitalismo, y en
particular en el país, con una deuda externa impagable que atrapa más
del 50 por ciento de su PIB, se podría desembocar en una crisis de
hegemonía. Podríamos considerar que de mantenerse en progreso la tendencia
actual, la situación desembocaría en una crisis orgánica, que como decía
Antonio Gramcsi afecta al conjunto de las relaciones sociales. Por supuesto, el estallido de la misma requiere de confluencia e
interacción de la crisis de acumulación, política e ideológica con
agudización de los choques entre clases y entre sus mismas fracciones
internas. Las preocupaciones del Departamento de Estado del imperio frente a la
actual crisis en nuestro país, son debidas precisamente a que esta
tiene las implicaciones antes descrita y no hay relevo para sofocarla.
La incertidumbre económica y política se acentúa a cada paso, y se
reactivan nuevamente en las calles las “mareas” humanas contra la
corrupción, la impunidad, así como contra los responsables de la crisis
actual.
Por ANULFO MATEO PEREZ El próximo domingo volverá el peregrinaje hacia los centros
electorales para votar en unos comicios convocados en todo el territorio
nacional, repitiendo un ejercicio que procura más que votar a favor de
candidatos idóneos, será simplemente contra los que están dirigiendo los
ayuntamientos o pretenden hacerlo. Los más ingenuos dispuestos a elegir a “los menos malos”, en un mar
de dudas y angustias… para terminar decepcionados cuando los candidatos
electos inicien sus gestiones edilicias y pasen a ser más de lo mismo. Estamos ante votantes bajo ensoñación “color de rosa” y de espanto,
en tanto la partidocracia y sus leyes electorales intentan imponer la
validación de un sistema político en avanzado estado de putrefacción. Un certamen tutelado por el imperio, donde se impone el poder del
Estado, del dinero, de la manipulación e intimidación, clientelismo… en
pocas palabras, de la trampa…, mecanismos espurios que deciden quienes
serán electos. Los electores no sufragarán por programas, sino por candidatos (la
mayoría de la fauna politiquera), que simulan ser adalides de la
democracia, pero en realidad no son más que continuadores o relevos de
lo podrido. En esa llamada "fiesta de la democracia" (¿o desorden de la pseudo
democracia? participan partidos políticos que se califican a sí mismos
democráticos y revolucionarios, pero se abrazan a otros vinculados
históricamente a la represión, al crimen político, al bajo mundo y a la
corrupción de Estado. A ese revoltijo nauseabundo le llaman “alianza táctica”, que luego se
convierte en alianza estratégica para evitar los cambios que exigen los
sufragantes, mareados por la propaganda de la partidocracia.
Frente a esa amalgama de conservadores, liberales y revolucionarios
también le llaman eufemísticamente “unidad en la diversidad”, que sirve
de retranca a la decantación necesaria entre pueblo y verdugos.
Por ANULFO MATEO PEREZ La crisis política por la que atraviesa el país, tras el tollo
electoral provocado por las maniobras fraudulentas del gobierno, podría
atenuarse si el Presidente “estratega” entiende que su mandato ya
termina y que no hay forma de seguir en el poder a través de testaferros
involucrados en la corrupción. La suspensión de los comicios municipales del pasado 16 de febrero se
convirtió en el detonante de protestas masivas de miles de jóvenes, que
han llegado al hartazgo por el caos creado por el gobierno. En respuesta, el montaje del “Trabucazo 2020” de nuestros jóvenes el
pasado jueves en la Plaza de la Bandera, ha demostrado que los aportes
de Marcha Verde, ahora vestida de negro, sigue dando buenos frutos. La juventud se rebela contra este sistema, porque les ha robado el
futuro a generaciones y ahora pretende hacer lo mismo con ella,
consciente, además, de que debe irse decantado de la partidocracia. Y ante esa realidad, el Gobierno insiste en mentir respecto a lo
ocurrido el 16 de febrero; echarle el “muerto” a sus peones de la JCE,
dejando la necropsia a la OEA, la que avaló la ocupación militar yanqui
en 1965. La debacle de este gobierno era previsible desde la reelección de
Danilo Medina, que previo a su primer mandato incumplió con promesas de
campaña, como fue la de terminar con la corrupción y la impunidad. La situación se le ha empeorado por su conexión con el sonado caso
Odebrecht, que le acorrala a él y a sus colaboradores en distintos
estamentos del Estado, quienes mediante sobornos cobraron sumas
millonarias.
Ahora se suman a la crisis, los ominosos planes de Danilo Medina y su
grupo, dirigidos a perpetuarse en el poder, en un momento de profunda
descomposición estructural del sistema y su partidocracia corrupta.