Por ANULFO MATEO PÉREZ
Estamos
viviendo una experiencia alucinante, como si habitáramos un país bizarro, donde
el sentido de las cosas es totalmente invertido a los referentes que hemos
fijado en nuestras memorias individuales y colectivas, convirtiendo a los corruptos
en héroes y a la gente decente en sujetos de la peor calaña.
Ahora
resulta que el movimiento Marcha Verde conspira contra la estabilidad del
gobierno porque demanda pacíficamente que se esclarezca todo lo relacionado con
los sobornos y sobrevaluaciones de Odebrecht.
Y
esa acusación del oficialismo se da a conocer cuando el movimiento cívico,
contra la corrupción y la impunidad, recibe el mayor respaldo, como se
evidenció en la marcha de San Francisco de Macorís.
Quienes
conspiran son los que han suplantado las instituciones y han hecho de ellas un
traje a la medida para delinquir; un traje de amianto para protegerse del fuego
en sus andanzas de corrupción y bellaquerías.
Los
desestabilizadores son los que han edificado grandes fortunas con el erario,
prevaricando; comprando voluntades; manipulando y manejando el Estado como si
tratara de una finca de su exclusiva propiedad.
Conspiran
los que han hecho polvo el Estado de derecho en la República Dominicana ;
los que escuchan las conversaciones privadas “pinchando” teléfonos y husmeando
en los correos y archivos de computadoras.
Todas
esas mentiras esgrimidas por el gobierno procuran intimidar a todo un pueblo
que viene canalizando pacíficamente sus demandan, entre ellas, que se le ponga
fin a la impunidad y al gansterismo oficial.
Los
corruptos amenazan porque están atemorizados; atrapados en las redes que ellos
mismos han tejido; desconcertados por las abrumadoras pruebas que les
incriminan en la turbidez de sus acciones deleznables.
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