Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Algunos
escépticos expresan que la lucha contra la corrupción y la impunidad, el caos y
los abusos no tendrá resultados favorables para la nación, porque las demandas
para que se pongan los correctivos a ese flagelo terminarán en el fracaso, y
los que depredan el erario volverán a salirse con la suya.
La
actitud es interesada y esta dirigida a desvirtuar lo que la sociedad está
haciendo, que es exigir que se haga justicia con los responsables de la
corrupción de Estado. Es decir, apagar la llama de la lucha social.
Esos
“escépticos”, que sacan la cabeza en tiempo de crisis, son parte de los
beneficiarios de toda la podredumbre que afecta a la administración pública y
al sistema político que sustenta la partidocracia.
Es
un ardid para embaucar a sus “tontos adversarios”, como aquel usado
frecuentemente por algunos conservadores y extremistas de derechas en tiempos
difíciles, sintetizada en la frase “yo no soy político”.
El
escepticismo busca desesperadamente frenar el movimiento cívico que demanda
corregir el rumbo de nuestro país, evitar las manifestaciones en la calle, como
la demostración del pasado 22 de enero.
Todas
las maniobras del gobierno y sus contados sostenedores fracasarán, porque el
despertar del pueblo es creciente y vigoroso, que no podrá ser contenido con
cantos de sirenas, mentiras ni amenazas.
La
gangrena del cuerpo gubernamental y de todo el sistema no se detiene, pese al
acorralamiento en que se halla, y prueba de ello es lo que acaba de suceder con
los asesinatos en San Pedro de Macorís.
Ya
comienza a brotar la verdad en ese y otros casos, que envuelven a personajes
conocidos en las mafias del funcionariado oficial, relevo generacional en el
saqueo abusivo y continuo de los recursos públicos.
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