Carestía
de alimentos, medicamentos falsificados y caros, impunidad, privilegios,
desempleo, inseguridad, inequidad, saqueo de los recursos del Estado, quiebra
de los servicios públicos, autoritarismo… constituyen una mezcla inflamable y
peligrosa como la compuesta por nitrato de potasio, azufre y carbón.
Los
citados elementos constituyen la pólvora, contenida en un enorme barril llamado
República Dominicana, y sobre el cual estamos todos inocentemente sentados,
ricos y pobres, gobernantes y gobernados.
Pero
además, la peligrosa carga que usamos como incómodo asiento, está dotada de una
fina e inapagable “mecha rápida”, que le ayudaría a estallar si surge una
“traviesa e inoportuna” chispita abrileña.
Las
ollas de presión tienen una válvula de escape para evitar la explosión
interior, por lo que a nadie se le ocurriría sellar la salida de los gases y el
calor contenido en la misma sin arriesgarse al estallido.
Las
elecciones del 15 de mayo no fueron una válvula de escape para expresar
democráticamente voluntades ante tantas frustraciones; al echárselas en un
bolsillo se sigue jugando con pólvora.
Por
las imposiciones del PLD, la
Junta Central Electoral (JCE), el Tribunal Superior Electoral
(TSE) y el Tribunal Constitucional (TC), no serán garantes de un proceso
comicial transparente en 2020.
El
Poder Ejecutivo, Congreso Nacional y Poder Judicial andan agarraditos de las
manos para garantizar la parcialidad en las próximas elecciones a favor del
oficialismo, como ocurrió el pasado 15 de mayo.
No
es un secreto que la rebelión es el último recurso de los pueblos, cuando las
rutas institucionales y pacíficas para lograr los cambios han sido clausurada
por la negación de derechos de parte del Estado.
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