Por ANULFO MATEO PÉREZ
Resulta preocupante el incremento sostenido de actos suicidas en la
población dominicana, dados a conocer por estadísticas forenses y
reportes periodísticos, afectando a niños, adolescentes, jóvenes y
adultos mayores de ambos sexos, distintos niveles socio-económicos y
variadas denominaciones religiosas.
Las condiciones de pobreza y marginalidad juegan un papel relevante,
sumándose los factores biológicos y psicológicos, que deben ser tomados
en cuenta en esos segmentos de la población en alto riesgo suicida.
Estrés por divorcio o separación, enfermedades catastróficas, muerte
de un familiar, pérdida del empleo, problemas legales y conflictos
interpersonales pueden ser desencadenantes de una conducta suicida.
Se vincula a la exposición a casos de suicidios muy cercanos
(“replicación contagiosa”), inseguridad, desempleo, carencia de techo
propio, consumo de estupefacientes y/o alcohol y falta de expectativas.
La crisis económica que impacta dramáticamente a los más
desprotegidos, es la causa de estadísticas de suicidio más elevadas en
ese segmento de la población, como está ocurriendo en varios puntos del
país.
En el 2015, según la ONE, se suicidaron 547 personas, 465 hombres y
82 mujeres, cifras sólo del Cibao Norte, Cibao Sur, Cibao Nordeste,
Valdesia, Enriquillo, El Valle, Yuna, Higuamo, Ozama o Metropolitana.
La Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) está preocupada
por la tasa de suicidios en el país, que es entre siete y ocho casos por
100 mil habitantes, cuando la media en Latinoamérica es de 4 % a 5 %.
El Gobierno debe poner atención a esas estadísticas del suicidio, así
como a su génesis, y ampliar la cobertura de servicios de salud mental,
para reducir de forma progresiva la tasa de mortalidad por esa causa.
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