Los médicos jubilados no están presentando ningún síntoma vinculado al “institucionalismo”, como afirmara el director del Servicio Nacional de Salud (SNS), Nelson Rodríguez Monegro, cuando aseguró que el 99 % padece de cierto nivel de ansiedad “porque no estaba preparado para el retiro” de los hospitales.
La verdad no es esa; se trata de que los médicos están inconformes porque el retiro no fue planificado por las autoridades, dejando en muchos casos los puestos sin relevo y a miles de enfermos a la deriva.
Quienes están ansiosos son esos pacientes y sus familiares cuando acuden a los centros de salud y conocen la noticia de que sus médicos ya no estarán prestándoles sus atenciones, sin tener a quien acudir.
Eso es lo que motiva que el funcionario declare que los jubilados podrían seguir laborando de forma honorífica, llenando el vacío, y evitándoles así la supuesta “ansiedad” tras su dilatada misión profesional.
Fue tan impetuosa la medida oficial, que los médicos que pasaron a retiro se enteraron no por la vía institucional, sino por los medios de comunicación o por una lista que circulaba entre el personal de salud.
Hay muchos casos de especialistas que no contaban con ayudantes, y las plazas que dejan vacantes no fueron previamente puestas a concurso para que sus pacientes continúen recibiendo los servicios.
Lo correcto hubiera sido que las autoridades consultaran con los directores de hospitales y los futuros jubilados la situación de sus áreas de trabajo, y así evitar la incertidumbre de los que demandan atención.
Lo que ha movido a esa jubilación masiva, sin mediar palabras con directores de centros de salud ni afectados, es el de provocar un impacto político y desactivar la lucha del personal profesional hospitalario.
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