Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Una
buena parte del electorado, sobre todo la que no milita en la partidocracia,
está abrumada por la incertidumbre que provoca el deterioro del sistema de
partidos y el descrédito de sus actores en ese ámbito, que en nada le garantizan
el cumplimiento de las rocambolescas promesas de campaña.
La
decepción va tomando cuerpo por la cada vez más evidente actividad mafiosa en
la política y la confrontación de baja estofa ejercida a lo interno de esos partidos,
transmutados en fuertes corporaciones.
Esa
realidad podría potenciar con fuerza la abstención electoral, que afectaría no
sólo a la partidocracia, sino también a organizaciones emergentes alternativas
al modelo que ha imperado en nuestro país.
La
violencia contra la clase media y los más pobres, ejercida por un Estado más
fusionado que nunca con una plutocracia que succiona nuestras riquezas, se ha
irradiado a esas organizaciones decadentes.
Los
muertos y heridos en peleas campales por intereses de grupos en el PLD, PRD,
PRSC y ahora escenificadas entre aliados del PRM, son un vivo y patético
testimonio de los propósitos de las mafias partidarias.
Esas
luchas y hegemonías grupales han cobrado inusitada fuerza, afirmando el
nepotismo de Estado, en los partidos políticos y en otras entidades de la
sociedad, donde incluso se heredan los distintos nichos de poder.
El
ambiente apesta por la corrupción, el empleo de los recursos públicos para
imponer la reelección de Danilo Medina, así como por la interminable lista de
candidatos del narcotráfico y el gansterismo político.
Por
esas y otras razones, esta farsa empuja a los sufragantes al abstencionismo y a
la indiferencia, sin que alguien los organice para cambiar el rumbo del país,
pateado una y otra vez por los cuatro costados.
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