Por
ANULFO MATEO PÉREZ
Recordando
a Hipócrates de Cos, ciertos hipócritas intentan denigrar a los médicos, que
ejerciendo el derecho a reclamar del gobierno el 5% del PIB para el sector
salud, salarios justos y pensiones dignas paralizan sus labores en hospitales,
atendiendo con esmero las emergencias y a pacientes de cuidado.
El
Juramento Hipocrático no incluye el “voto de pobreza” de los monjes, conocido este
último desde la sociedad feudal, y que entonces, como la monarquía, era compensado
con privilegios irritantes.
El
médico de nuestra contemporaneidad es un trabajador asalariado, con paga
miserable que lastima a su familia y a él, inserto en un sistema donde el
Estado y su funcionariado patean sus derechos fundamentales.
Me
refiero al médico de hospitales públicos, vilipendiado y olvidado, al que ha
hecho su nido en su lugar de trabajo ayudando a los más carenciados, sin
esperanza más allá de una jubilación desgraciada.
Esos
profesionales deben ser diferenciados de unos cuantos que sirven de quinta
columna al gobierno, cobrando desde distintos puestos del Ministerio de Salud sin
rendir una labor dignamente satisfactoria.
Los
médicos han sido obligados a prosternarse durante décadas y cuando deciden
levantarse demandando sus derechos y los de sus pacientes, entonces aparecen los
hipócritas de pacotilla para descalificarles.
Como
el doctor Merengue, los inquisidores no sólo esgrimen la figura de Hipócrates
contra los médicos, sino que expresan un falso amor a los pobres, mientras
cobran altas sumas drenadas del erario para mentir.
Apologistas
de un gobierno que mantiene un pírrico 1.5% del PIB para la salud, reconstruye
casi todos los hospitales para que las alcancías facturen en grande y que le echa
la “cuaba” de su desastre a los médicos.
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