I
En este podrido sistema político donde la partidocracia se ha acunado, las elecciones son más o menos como ferias de circo, con todo y palo encebado, vía para los candidatos alcanzar la nómina pública y la “dolce vita” a expensa del erario, que no soporta más zarandeos de los politiqueros, esquiladores de profesión.
Ya en el puesto, jamás realizan una labor a favor del país; no buscan trascender por el resultado del trabajo eficiente, honesto y transparente; por el contrario, se dedican al enriquecimiento obsceno.
Sólo algunos pasan la gran prueba de la honorabilidad y por eso se convierten en objeto de escarnio de parte de sus “colegas”, con quienes comparten en el Congreso Nacional y en los ayuntamientos.
Los líderes partidocráticos se han encontrado con un “nudo gordiano” para elegir a los candidatos; con los que aspiran al ascenso; los que se resisten a salir de la nómina o los que deliran por retornar a ella.
En cada organización el “oráculo” decide quienes serán candidatos y quienes no, cuales tienen posibilidades de sumar y ser electos, renegando de las convenciones donde se armaría una “garata con puño”.
El “oráculo” sabe la trascendencia de la candidatura vicepresidencial, la de regidores, alcaldes, diputados y senadores de los partidos que le apoyan; y que a muchos votantes sólo los mueven los candidatos.
Aunque el programa es importante, sobre todo para las alianzas políticas, la conformación de los frentes electorales y el futuro gobierno, en última instancia, los votantes desean ahora emitir un voto positivo.
Esto es así por el descrédito de los partidos políticos tradicionales ante los electores; ahora muchos de estos desean personas conocidas por su probidad y capacidad de servicio para votar por ellas.
II
Por
la carencia de ideología, muchos aspirantes a ocupar puestos electivos o a ser nombrados
en otros de la nómina pública, trasladan su membresía de una organización
política a otra, con la facilidad con que el camaleón cambia de color, conscientes
de que no hay diferencias significativas en la partidocracia.
El
fenómeno es conocido como transfuguismo, que ocurre cuando al politiquero le
cierran las puertas en un partido para continuar en un cargo público o para
llegar a él, y se trasladan a otro con su clientela.
Observar
que el tránsfuga actúa en esa dirección cuando se aceleran los procesos
electorales, sobre todo en el momento de la escogencia de candidatos a los
distintos capítulos de la nómina pública.
El
cambio de chaqueta partidaria, y hasta con supuesta decepción ideológica, no
parece preocupar a la mafia política, porque el transfuguismo se produce en doble
vía, según como soplen los vientos.
Incluso,
a ciertos tránsfugas, que les importa un comino la cantaleteada opinión
pública, tras abandonar la corporación donde militaban y marcharse a otra,
dicen reflexionar y retornan a ella si les ofrecen el puesto.
Esa
especie política degradada, es la misma que para imponerse usa la perfidia, trampa,
zancadilla, manipulación, soborno, chantaje, tráfico de influencia… para
imponer sus perversos intereses.
El
nefasto ejercicio politiquero de estos hijos… legítimos de la partidocracia vegetan
en el Estado como sanguijuelas, y sufren de ‘anestesia emocional’ frente a las
injusticias de esta pseudo democracia.
Participar
en elecciones sin un sentido ético y dar riendas sueltas a la politiquería
barata sólo conduce a reproducir los males de esta sociedad, frente a un pueblo
harto de tantas frustraciones y sufrimientos.
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