I
Cuando
el caudillo receptor dejó el escenario político, a la brújula peledeista se le
dañó la aguja que señalaba el norte y los huérfanos dirigentes encaminaron sus tímidos
e imprecisos pasos a la Máximo Gómez
25, donde pernoctaba por las noches el otro caudillo, lanzador de curvas y
cambios de velocidad.
Se
proponían heredar el prestigio de uno y el poder absolutista del otro, para plasmar
el programa que habían soñado, desde que el Profesor los calificó de “pequeños
burgueses”, “oportunistas” y “aprovechados”.
La
renuncia de “Don Juan” de la presidencia del PLD no causó la conmoción
suficiente para corregir conductas personales ni actitudes políticas, simplente no fue aceptada, menos por uno de ellos que soñaba con esa posición.
Ese
que “apoyó” al Profesor hasta en su renuncia, terminó siendo el presidente de la República , por la
“magnanimidad” y “despego” de “Elito”, para cerrarle el paso a Peña Gómez y lograr
el relevo deseado.
La
aspiración del viejo cortesano era dejar el país en manos de aquellos que
serían recordados en el poder con peor tasa de rechazo que él en materia de
caos, despilfarro, corrupción e impunidad.
Los
muchachos iban desarrollando sus potencialidades políticas y liderazgos, hasta
que dos de ellos descollaron en el estrellato, los demás dejaron de parpadear y se
apagaron; desde entonces se agudizó la pugna.
Entre
villajuanense y barrigaverde se profundizó la lucha por la supremacía; uno se
tomó 12 años de gobierno, y el otro aspira al menos a 12, para 24 años de
mandato peledeísta, lo que superaría en 2 a Elito.
Pero
el profesor (con minúscula) no está de acuerdo con esos planes, piensa que su exsecretario
de la Presidencia
está aguantándole unas vacaciones y desea “que se vaya ya”, para volver a su
heredad.
II
II
Las luchas grupales soterradas del peledeismo vienen
de lejos, tomaron niveles alarmantes cuando Juan Bosch renunció el 15 de marzo
de 1991 de la presidencia del PLD, durante una reunión del Comité Central que
escogería el nuevo Comité Político, donde se luchaba a brazos partidos por la
supremacía.
Y esas confrontaciones no se expresaban como la sana
polémica entre Vicente Huidobro y Pablo Neruda, en 1935, sino movidas por lo
que Bosch calificó de “una corriente de aprovechados, de oportunistas”.
Parafraseando a Otto Rank, “el aquí y ahora” del PLD es que se ha convertido en ágora, donde van a parar los peores mercaderes tras sus propios negocios e intereses particulares, para nutrirse del erario.
Parafraseando a Otto Rank, “el aquí y ahora” del PLD es que se ha convertido en ágora, donde van a parar los peores mercaderes tras sus propios negocios e intereses particulares, para nutrirse del erario.
Vistas las diferencias, todo indica que Leonel
Fernández y muchos de sus seguidores en los hechos NO respaldarán la
reelección, no sólo por los altercados con Danilo Medina, sino por los
intereses creados.
De apoyarla, tendría que resignarse al ostracismo
político, dadas las aspiraciones de Medina por el “vuelve y vuelve” al estilo
balaguerista, en un país donde el Presidente concentra casi todos los poderes.
Pero además, corre el riesgo de que en un segundo
período danilista los asuntos pendientes de corte legal le puedan ser
imputados, teniendo el Presidente mayor afianzamiento en el poder y en el PLD.
Si Fernández cierra el paso al reeleccionismo, con
la “huelga de brazos caídos”, facilitaría la derrota de Medina, y así pasaría a
ser el jefe de la oposición, por el fracaso de su más connotado adversario interno.
Así las cosas, el nuevo rol de Fernández sería un
valladar para encausarlo, porque rompería el equilibrio del sistema político
partidocrático. Sin vallas internas, el profesor aspiraría a la Presidencia en el
2020.
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