No
tengo ni la más remota idea de quien asesora al presidente Danilo Medina en
materia de seguridad, pero las torpes acciones represivas de la Policía Nacional contra
protestas cívicas de ciudadanos que ejercen un derecho constitucional, contrario
a fortalecer a su gobierno lo hace más frágil e impopular.
Las
escenas de ultraje y truculencia policial contra pacíficos manifestantes frente
a la OISOE y
los uasdianos que reclamaban más recursos para la universidad del Estado,
fueron repugnantemente dantescas.
Conductas
represivas oficiales que nos recuerdan los nefastos gobiernos de los 12 años de
Joaquín Balaguer, que nunca respetó -como ahora se hace- el juego democrático ni
el sagrado derecho a disentir.
La
intolerancia y autoritarismo cobran fuerza frente a reclamos que el gobierno
tiene el deber de escuchar, como el cierre de la OISOE , que por lo demás es nido
de negocios mafiosos y de perturbación social.
La
represión contra sus opositores y la ascendente resistencia de amplios sectores
de la población, no garantiza en lo absoluto el continuismo peledeista,
representado en el presidente Danilo Medina.
Pero
sí acelera el declive de su gobierno, debilita aún más la imagen del
presidente-candidato e inyecta más decepción, repudio y rebeldía en un pueblo, hastiado
de tanta corrupción y desorden gubernamental.
El
control cada vez más riguroso de la prensa escrita, radio y TV y la creación de
un clima de incertidumbre, silencio y miedo favorece la comisión de toda suerte
de arbitrariedades oficialistas y resistencia popular.
La
sociedad dominicana reclama cambios profundos urgentes en el ordenamiento
social, económico, político e institucional y oponerse obcecadamente a ellos,
es como intentar detener la rueda de la historia.
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