Explicaba
Juan Bosch en sus charlas radiales en los años en que Joaquín Balaguer se había
reelegido en la presidencia de la
República por primera vez, que “en política hay cosas que se
ven y otras que no se ven”, y que muchas veces estas últimas son más
importantes, invitando al estudio de la sociedad.
En
realidad, Bosch hacía referencia a lo dicho por el apóstol de Cuba, José Martí,
quien afirmaba que “en política, lo único verdadero, es lo que no se ve”,
alertando a cuidarse de las apariencias.
En
otras palabras, la política es a veces como el ilusionismo o magia, que consiste
en producir artificialmente efectos en apariencia inexplicables, mientras se
desconoce las reales causas que los producen.
O
como la ironía de Woody Allen, “el mago hizo un gesto y desapareció el hambre,
hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la
guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago”.
¿A
qué viene todo esto? Bueno, que entre las maniobras del reeleccionismo
danilista se haya estimular la división de la oposición en varios frentes, es
decir, aplicar la estrategia de “divide et impera”.
Frase
conocida también como “divide et vinces”, “divide ut imperes” y “divide ut
regnes” atribuida al emperador romano Julio César en su política expansionista,
y usada por Napoleón durante sus luchas.
Aplicando
ese recurso, “divide et impera”, muchos de los gobiernos surgidos de procesos
electorales, han sido representación de minorías, si sumamos a los votos de los
opositores, los abstencionistas.
De
la unidad nace la fuerza, y de la ignorancia, decía Bertolt Brecht, “nace el
peor de todos los bandidos, que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de
las empresas nacionales y multinacionales".
No hay comentarios:
Publicar un comentario