I
Algunos liderazgos políticos fueron construidos con acrisolada honestidad en nuestro país durante la confrontación con la dictadura de Rafael Trujillo (1930-1961), algunos encarnados por intelectuales, hombres y mujeres de ideas y acción, que lucharon por la libertad, la democracia, la justicia social y económica.
Hoy escasean esos liderazgos, predominando los inflados por el marketing político (publicidad, poder económico y mediático), como se hace con una salsa de tomate o pasta dentífrica en el mercado.
Las encuestas no se usan sólo para conocer la realidad política y socio-económica, sino para “cambiar” esa realidad mediante la manipulación cognitiva, el engaño, la sugestión, creando burbujas políticas.
El repunte de la “popularidad” de Danilo Medina se forjó usando esas herramientas, mientras su contendor interno en el PLD lo era Leonel Fernández, quien lo convirtió en una “víctima” del poder del Estado.
Mensaje, dinero y ardoroso activismo hicieron posible esa burbuja de simpatías en torno al “candidato víctima”, causando euforia e imagen de tabla salvadora, frente a la amenaza Leonel y una oposición dividida.
Después de tres años de mandato de Medina, esa burbuja de popularidad ha estallado como pompa de jabón, creando una desilusión total al profundizar los males que ofreció resolver durante su gobierno.
La modificación constitucional al “vapor”, que permitiría la reelección, y disminuido ya Leonel, presenta al actual presidente como la nueva amenaza, recreando un “Feedback” de Trujillo y Balaguer.
Mediante la manipulación mediática y técnica de la “caja china”, incluida, tratan de sepultar el debate sobre reelección, inseguridad-violencia, corrupción e impunidad, desempleo y bajos salarios, entre otros.
II
El gobierno de Danilo Medina evade la discusión de temas que le acorralan, mediante el uso de la “caja china”, que en materia comunicacional consiste en distraernos con “hechos de actualidad”, para desinteresarnos de otros que por conveniencia oficialista deben ser minimizados u olvidados.
La
“regularización” de haitianos y su impacto nacional e internacional ha venido a
servir para sacar de los medios de comunicación la crisis interna del PLD, el
fracaso de sus gobiernos y la amenaza reeleccionista.
Del
tema haitiano han hecho una telenovela, con suficientes capítulos que alcancen
hasta el 15 de mayo de 2016, para que los males generados o agravados por el oficialismo
no llamen la atención ciudadana.
Mediante
esa estratagema, se trabaja para desvanecer los escándalos de corrupción, el
denunciado “trueque” de impunidad para los culpables a cambio de
incondicionalidad política para la reelección.
Los
expertos del marketing político aconsejan darle un bajo perfil o sacar de los
medios los temas para los que el gobierno no tiene argumentos convincentes,
talón de Aquiles electoral frente a la oposición.
El
presidente Medina ha logrado un profundo y largo aliento, ya que esos temas no
ocupan las primeras planas de los diarios ni de los medios electrónicos
corporativos, que responden a su inmenso poder mediático.
No
obstante, la realidad es tan cruda que no han podido enajenarnos como para
sublimizar tanta inseguridad, violencia, desempleo, hambre, corrupción,
inequidad y el descomunal desorden institucional.
La
oposición tiene ahí, los débiles flancos del gobierno por donde movilizar sus
fuerzas, así como las razonables argumentaciones para ganar el indispensable apoyo
con el que podría desplazarlo del poder.
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