Desde
los tiempos en que el poder absoluto se ejercía auxiliado de un singular
“librito”, que sólo existía en la cabeza de su autor, los cambios de
funcionarios en el tren del Estado fueron siempre cosméticos, determinados por la
cultura política y esotérica que encarnaba el vecino de la Máximo Gómez 25.
Entonces,
cuando los colaboradores de Joaquín Balaguer deseaban conocer su futuro se “leían”
la taza, la mano o acudían a centros espiritistas, para saber lo que él había
consultado con su almohada.
De
forma periódica, el dictador ilustrado realizaba movimientos en la burocracia y
en la relación Estado-sociedad, como en los tiempos del gatopardismo, que impulsaba
los "cambios para que nada cambiara".
Ahora,
quienes pretenden seguir sus pasos, en algo han acertado en cuanto a que “mientras
más cambian, es más de lo mismo”, pero sin el impacto de los nostálgicos 12
años de mandato absolutista del cortesano.
En
el predecible mandato danilista, cayó en desuso la visita al vidente más
aventajado de las ciencias ocultas para alcanzar el puesto o mantenerlo, dando paso
al nepotismo, lobbismo y tráfico de influencia.
Las
“nuevas caras” nada tienen de nueva; son viejas “fichas” del peledeismo decadente
o de sus aliados en bancarrota, que nada harán para modificar el estado de
angustia en que vive el pueblo dominicano.
Los
grandes males que padecemos, como corrupción de Estado, inseguridad y
violencia, insalubridad, ignorancia, desempleo, hambre, narcotráfico,
discriminación e inequidad, entre otros, se profundizarán.
Hasta
que lleguen al Palacio Nacional los actores que motoricen el desmantelamiento
de las mafias políticas, destierren el desorden institucional y despilfarro de
los fondos públicos, así como el abuso de poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario