Raíces Radio

viernes, 27 de diciembre de 2013

Marihuana y legalización



Por ANULFO MATEO PÉREZ

I

La propuesta de legalización del cultivo y consumo en Uruguay de la Cannabis Sativa, mejor conocida como marihuana, ha encendido de nuevo la discusión sobre el tema. Unos a favor de la legalización y otros que se mantenga la prohibición, armados de argumentos económicos, sociales y sanitarios.

Es razonable precisar que se trata de un tema delicado, porque el cultivo, tráfico, venta y uso de la resina (hachís) y hojas de esa planta tienen un impacto negativo sobre la salud de millones de personas en todo el planeta.

No se discute de si el uso tiene efectos medicinales, porque quienes se oponen a la legalización enfatizan sobre el cambio del “set de actitudes” de la sociedad respecto al uso de drogas, efectos colaterales y adicción.

No se trata de ponernos a la moda favoreciendo su comercialización, como el tabaco, porque ya hace décadas los países que asumieron el uso “regulado” han recibido el impacto negativo de esa política.

Se habla de una supuesta inocuidad de la marihuana, cuando se compara con el tabaco, alcohol, cocaína, heroína, LSD y el “popular” crack, pero la realidad es que su uso es la puerta de entrada a estas últimas.

La generalidad de los psiquiatras nos oponemos al cultivo y legalización de esa droga, y de tantas otras, porque es demostrable que su uso perjudica desde el punto de vista biopsicosocial.

El Delta -9- Tetrahydrocannabinol, principio activo de la planta, provoca el “Síndrome amotivacional”, aislando al paciente y alejándolo de sus intereses primarios, como ocurre con la esquizofrenia.

Entre los signos detectables del uso de la droga está la congestión de las conjuntivas, sequedad de boca y garganta. Sus efectos inducen, por ejemplo, a los accidentes de tránsito, porque bloquea la coordinación visuo-motora.

II

Lo penoso es que la lucha contra las drogas se haya instrumentado como ariete político desde los centros de poder mundial y que desde el ámbito progresista se responda con una posición antagónica simplista, anticientífica y errática, como es la legalización del cultivo, comercio y consumo de la marihuana.

La reciente aprobación en Uruguay de la ley que permite cultivar, expender y usar el cannabis sativa, es una decisión lamentable, que raya más allá de la ingenuidad y la inmadurez política.

Unos 37 años del uso tolerado de marihuana en los "coffee shops" de Holanda, Suecia, Alemania, Portugal, entre otros, ha demostrado que legalizar esa droga no revierte el tráfico ni los altos niveles de consumo.

Al contrario, el flagelo se ha expandido y sus efectos negativos sobre la salud física y mental de sus ciudadanos se han multiplicado significativamente, sobre todo entre los más jóvenes.

Según la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, el cannabis es la sustancia ilícita más consumida mundialmente: existen entre 119 y 224 millones de usuarios en todo el mundo.

Apenas el pasado jueves, la Fiscalía belga reveló que una serie de allanamientos en ese país, Holanda, Alemania, España e Italia permitió desmantelar una red de narcotraficantes, incautando unos 410 kilos de cocaína.

La droga, traficada desde América del Sur hacia el mercado europeo, ha logrado multiplicar su demanda, entre otras causas, por el cambio del “set de actitudes” de esas sociedades, que ahora son más permisivas al consumo.

La legalización de la marihuana es un intento fallido contra el tráfico de drogas y sus consecuencias. No olvidar que ese lucrativo e ilegal negocio beneficia a enclaves de poder en todo el mundo. Se imponen otras estrategias.

III

Tal es la fortaleza de las organizaciones mafiosas que patrocinan el narcotráfico, que las estadísticas internacionales consideran que a nivel global blanquean cifras tan altas de dinero, que representan entre el 3% y 5% del producto bruto mundial, con la connivencia de enclaves del poder financiero.

Para enfrentar con éxito la producción, tráfico, venta y consumo de drogas se requiere de políticas integrales, que tomen en cuenta, entre otras, la seguridad nacional, educación y aplicación rigurosa de la ley.

Son necesarias políticas inclusivas en el orden económico-social, niveles satisfactorios de los índices de crecimiento humano y combatir con firmeza la incursión del narcotráfico, alejadas de la manipulación política.

El consumo de drogas no es un problema en Cuba, porque el Estado ha enfatizado en esa “política integral”, que incluye la legislación que lo prohíbe y la educación para impedir su uso y adicción.

No se debe minimizar la toxicidad de la marihuana, para justificar la legalización, porque además de los síntomas y signos (agudos y crónico), esa droga “blanda” daña la sustancia blanca cerebral.

Mediante estudios de neuroimagen, científicos australianos han demostrado alteración microestructural vinculada con el consumo de cannabis a largo plazo, en adolescentes y adultos jóvenes.

La resonancia magnética y las técnicas cartográficas más avanzadas demostraron que esos consumidores de marihuana tenían afectadas estructuras cerebrales como el hipocampo, cuerpo calloso y fibras comisurales.

Lo pertinente es mantener la legislación que permite el uso del cannabis sólo en los ensayos clínicos, encaminados a delimitar científicamente su posible prescripción terapéutica, sin dañar la salud humana.

Diciembre, 2013.

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