Por ANULFO MATEO PÉREZ
Puede parecer una necedad insistir en el tema de la corrupción, pero no debemos
evadirlo porque es un fenómeno que impacta negativamente la cultura y las bases
del desarrollo de la nación dominicana.
La corrupción y descomposición moral en las instituciones del Estado se
han expandido tanto en amplitud y profundidad, que no se detiene en la puerta
de ningún despacho oficial.
Desde el Legislativo, Ejecutivo y Judicial se prevarica y participa en el
cohecho. Los tres poderes del Estado en que se sostiene la República y el sistema
político están carcomidos hasta la médula.
Los politiqueros que han pasado por el poder y los que dirigen en la
actualidad las instituciones públicas han convertido a la República en territorio
del hampa, en un lupanar de la peor especie.
La Constitución, leyes, poderes del Estado
y el sistema político más que realidad son una ficción. Nos vamos convirtiendo
en un montón de gente que ocupa un territorio, donde prevalece el caos.
Y como decía
Aristóteles, “un montón de gente no es una república”. Para considerarse como tal,
debe estar regida por la Carta Magna,
las leyes y un sistema institucional independiente de los vaivenes políticos.
La república es
incompatible con tiranías y monarquía; se fundamenta en el "imperio de la
ley" y no en el "imperio de los hombres", donde gobernados y
gobernantes están, por igual, supeditados a su Constitución.
Todo está
distorsionado porque el pueblo ha perdido la soberanía y se prescinde de la
idoneidad, como indispensable condición de acceso a los cargos públicos.
Se puede afirmar
sin ambages, que los últimos aprestos politiqueros para concentrar todos los poderes
del Estado en el Ejecutivo de turno, son propios de las tiranías y monarquías,
no de la república.
21/01/2012
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