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Los
celos son una expresión de significativos desajustes en la relación de pareja.
Si no son abordados y resueltos, pueden constituirse en la base de lo que hoy
se conoce como violencia de género, provocando, además, conflictos legales y
perjuicios económicos.
Destruirán así la sana relación emocional y darán al
traste con la convivencia e integración familiar.
El
lógico reclamo a la fidelidad, generado por “extravíos amorosos” de uno o
ambos, es un mecanismo de compensación psicológica cuando se ha lesionado la
autoestima del agraviado.
En
nuestro medio, pese a su desequilibrio androcéntrico, el respeto a la fidelidad
(en su doble dirección), sigue siendo una condición indispensable para una adecuada
relación, si está fundada en el amor.
Debemos
diferenciar entre los celos propios de la infidelidad demostrable y los
llamados “celos patológicos”, secundarios a trastornos emocionales menores o a
una alteración mental de mayor complejidad.
Los
celos patológicos pueden ir desde la inmadurez de la personalidad hasta
alteraciones psicológicas de alta significación médica, los cuales pueden
terminar con los vínculos de noviazgos o conyugales.
Es
común que parejas en conflicto por los celos (por infidelidad real o ficticia),
estén sometidas a una relación pendular, caracterizada por separaciones
tormentosas y reencuentros “felices”.
Por
lo general, en estos casos encontramos (en un individuo o en ambos), trastornos
neuróticos o de personalidad (inadecuada, histérica, pasivo-dependiente,
obsesiva y paranoide), entre otras afecciones.
También,
los celos aparecerán en portadores de entidades psicóticas como la
esquizofrenia paranoide, trastorno bipolar y en el estado paranoide alcohólico,
mejor conocido como “celopatía alcohólica”. 9/junio/2013
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