La estrategia del peledeismo gobernante, hegemonizado
ahora por el presidente Danilo Medina, es en definitiva continuar en el poder
“sæcula sæculorum”, es decir, por los siglos de los siglos, aunque para ello
tenga que llegar al uso de la fuerza, llevándose de paro los escasos espacios
democráticos.
El uso del poder del Estado por el PLD para “dirimir”
conflictos internos de carácter corporativo se ha hecho una práctica en el
oficialismo, que impide discernir con exactitud donde comienza uno y termina el
otro.
En la segunda década del siglo XXI, los dominicanos
nos enfrentamos al peligro de que se entronice en nuestro país un
“totalitarismo con rostro humano”, donde un reducido grupo impone sus caprichos.
Eso y no otra cosa es lo que tratan de instalar
contra vientos y marea los actuales inquilinos del Palacio Nacional, que sin
importarles las consecuencias de sus acciones, intentan perpetuarse en el
poder.
Los reeleccionistas desean llevar al país a un
“callejón sin salida”; convencernos que la única alternativa para el 15 de mayo
de 2016 se circunscribe estrictamente a elegir entre lo peor y lo menos malo.
O lo que es lo mismo, entre el leonelismo y el
danilismo, que en esencia es una expresión política del corporativismo, la
degradación ética y el absolutismo depredador, prostituyendo así el ejercicio de
la política.
La historia reciente de la República Dominicana
nos enseña cual es el resultado de las imposiciones, cuando los de arriba ya no
pueden gobernar y los de abajo no soportan ser oprimidos como antes.
En tan sólo pocas semanas se han producido hechos
políticos importantes, que apuntan a una lucha aguda entre el oficialismo y la
oposición, demandando compromisos militantes para modificar el curso de las
cosas.
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