Aprecio
mucho alboroto en el discurso de políticos ingenuos, que sobrevalorando la “crisis
de fe” por la que atraviesan los peledeistas y su partido, dan como un hecho
incontrovertible el triunfo electoral de la oposición en 2016, sin meditar en los
controles que tiene la dictadura institucional que padecemos.
Es
cierto que ya se advierte un progresivo desgaste del Gobierno y su presidente
Danilo Medina, así como un agravamiento de las condiciones de vida de la gente,
lo que favorece políticamente a la oposición.
Pero
no menos cierto es que esos opositores dispuestos a desplazar al peledeismo
gobernante actúan con un gran voluntarismo, recordándonos a Duns Scoto, Arthur
Schopenhauer y Ferdinand Tönnies.
Para
armar un frente político opositor que gane el respaldo de las grandes mayorías,
incluidos los que siempre se abstienen de votar, es indispensable un programa
que reivindique sus aspiraciones más sentidas.
Los
dominicanos desean rescatar su soberanía, protección y disfrute de sus recursos
naturales, seguridad ciudadana, trabajo, salud, educación y techo seguro; terminar
con la corrupción e impunidad de Estado.
Los
de abajo, los olvidados, anhelan equidad social, política, económica y de género;
salarios que aseguren su alimentación y desarrollo familiar, democracia
verdadera, libertad de asociación, opinión y acción.
El
descreimiento colectivo no es sólo de quienes desgobiernan ahora, sino de los politiqueros
y partidocracia que se alternan en el poder para mantener el estatus quo e
impedir que el país salga adelante.
De
manera que el frente político opositor debe enviar con claridad un mensaje
coherente de cambios profundos de la sociedad, sin demagogia ni oportunismos
políticos, si desea obtener el respaldo de las mayorías.
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