Por ANULFO MATEO PEREZ
El próximo domingo volverá el peregrinaje hacia los centros
electorales para votar en unos comicios convocados en todo el territorio
nacional, repitiendo un ejercicio que procura más que votar a favor de
candidatos idóneos, será simplemente contra los que están dirigiendo los
ayuntamientos o pretenden hacerlo.
Los más ingenuos dispuestos a elegir a “los menos malos”, en un mar
de dudas y angustias… para terminar decepcionados cuando los candidatos
electos inicien sus gestiones edilicias y pasen a ser más de lo mismo.
Estamos ante votantes bajo ensoñación “color de rosa” y de espanto,
en tanto la partidocracia y sus leyes electorales intentan imponer la
validación de un sistema político en avanzado estado de putrefacción.
Un certamen tutelado por el imperio, donde se impone el poder del
Estado, del dinero, de la manipulación e intimidación, clientelismo… en
pocas palabras, de la trampa…, mecanismos espurios que deciden quienes
serán electos.
Los electores no sufragarán por programas, sino por candidatos (la
mayoría de la fauna politiquera), que simulan ser adalides de la
democracia, pero en realidad no son más que continuadores o relevos de
lo podrido.
En esa llamada "fiesta de la democracia" (¿o desorden de la pseudo
democracia? participan partidos políticos que se califican a sí mismos
democráticos y revolucionarios, pero se abrazan a otros vinculados
históricamente a la represión, al crimen político, al bajo mundo y a la
corrupción de Estado.
A ese revoltijo nauseabundo le llaman “alianza táctica”, que luego se
convierte en alianza estratégica para evitar los cambios que exigen los
sufragantes, mareados por la propaganda de la partidocracia.
Frente a esa amalgama de conservadores, liberales y revolucionarios
también le llaman eufemísticamente “unidad en la diversidad”, que sirve
de retranca a la decantación necesaria entre pueblo y verdugos.
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