Por ANULFO MATEO PÉREZ
El ataque despiadado de su “majestad”, el rey, contra Miriam
Germán Brito, usando como instrumento a un peón que al final terminará
sacrificado, contrario a empequeñecerla le ha dado la oportunidad de
agigantarse, al recibir un inusitado respaldo de distintos sectores de
la sociedad dominicana.
La trama nos recuerda el caliesaje ponzoñoso de los débiles, como en
los filmes “La vida de los otros”, del alemán Florian Henckel von
Donnersmarck, y “La conversación”, del laureado director Francis Ford
Cappola.
Es una muestra de lo bajo que vuelan los intrigantes con poder,
carcomidos por el resentimiento, la hipocresía y el espíritu de venganza
contra las personas que se han ganado el respeto de la gente decente.
Por su trastorno conductual, el mediocre tiende a la simulación, y en
él subyacen los mecanismos de la traición, manipulación e intimidación
para alcanzar sus fines, mostrándose apático ante el dolor ajeno.
El insignificante no aporta una idea brillante cuando se necesita, ni
se esfuerza por alcanzar metas colectivas; para ascender prefiere
escalar solo, usando o dañando a otros que han trabajado para lograr el
éxito.
Durante la andanada de mentiras e insinuaciones maliciosas contra la
magistrada Miriam Germán Brito, no sólo se violaron las normas de una
instancia cuestionada, sino la del respeto a sus derechos más
elementales.
Es una herencia del trujillismo. Como se ha dicho: pensar que el
individuo es capaz de alterar, con su comportamiento, el decurso de los
hechos es, más que otra cosa, un síntoma de arrogancia.
A veces, se nos hace difícil advertir a este personaje, porque posee
un don para lanzar dardos desde el “anonimato”. Y mientras éste impere,
debemos estar alerta, porque el intrigante con poder nunca duerme.
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