Por ANULFO MATEO PÉREZ
Cuando Julio César reprobó a su esposa Pompeya, la que no había cometido acto
impuro ya que su presencia en una Saturnalia, orgía de las damas de la
aristocracia, solo había sido como espectadora... este sentenció: “La mujer del
César no solo debe serlo, sino parecerlo”, cuenta Plutarco en “Vidas
Paralelas”.
Así, Julio César hacía valer su autoridad con firmeza, aunque en una conducta
contrastante nombró cónsul a Incitatus, su hermoso caballo blanco, a quien le
mandó a construir una caballeriza de mármol.
Todo ello indica que se debe guardar compostura respecto al cargo que se
ostenta; si extrapolamos la frase a nuestro tiempo, enseña que se debe mostrar
dignidad cuando se representa un puesto público.
Al revelar el ex director del Departamento de Operaciones Estructuradas de
Odebrecht, Hilberto Silva, que intervino para financiar la campaña de Danilo
Medina, tiraba por la borda las apariencias del “César”.
¿Por qué ha ido tomando cuerpo la credibilidad de esas afirmaciones, pese al
desmentido del presidente dominicano? Porque la palabra de Danilo Medina se ha
ido devaluando por sus propias contradicciones.
Cuando le pidieron su parecer sobre la corrupción, el mandatario irritado
exigió que se le señalaran los actos dolosos de su gobierno, cuando ya esa
práctica era un secreto a voces y una vergüenza Nacional.
Lo cierto es que la defraudación contra los recursos públicos se ha
enseñoreado en todo el entramado oficial, sin que el Ejecutivo haya aplicado las
medidas para evitarla ni condenarla, sino para encubrirla.
La corrupción y la impunidad han dado metástasis en la cúpula de la
partidocracia, en el poder político y económico, y como respuesta el
empoderamiento del pueblo, harto de tantos abusos y simulaciones.
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