
Por ANULFO MATEO PÉREZ
La
insipidez, vacuidad y superficialidad caracterizan hoy el debate político
nacional. Es penoso que más de medio siglo después del derrocamiento de la
dictadura trujillista (1930-1961), que suprimió todas las libertades
-incluyendo el acceso a cualquier fuente de enriquecimiento intelectual-, se
haya deteriorado tanto el nivel de análisis y elaboración teórica.
Recuerdo
como en la década de 1960 causaba revuelo, desde distintos ámbitos ideológicos,
la interpretación de los fenómenos sociales, políticos, económicos y
filosóficos.
Desde
el marxismo partían las críticas al capitalismo y a la sociedad burguesa, y
cómo los teóricos del estatus quo exponían sus ideas para contrarrestar el
avance revolucionario de la época.
Edificantes
discusiones se escuchaban luego que Herbert Marcuse, expresara sus puntos de
vista sobre la “rebelión moral, política, intelectual y sexual de la juventud”
en la sociedad industrial moderna.
Afirmaba
Marcuse que “…la sociedad capitalista se funda (…) en su capacidad de absorber
el potencial revolucionario (…), y de sofocar la necesidad de un cambio
cualitativo del sistema existente”, y eso desató una proverbial controversia.
Ahora
se aprecia una “arrabalización” comunicacional y en los partidos políticos, a
tal punto que se le "endosan" frases y conceptualizaciones a quienes
sólo citaban a sus verdaderos autores.
Aún
se insiste en atribuir a Juan Bosch el juicio de que “…en política hay cosas
que se ven… y cosas que no se ven", cuando lo que hizo fue citar al prócer
cubano José Martí.
Un
“analista” atribuía a Vladimir Ilich Uliánov (Lenin), la conocida frase
"La religión es el opio de los pueblos", de Carl Marx en la
“Contribución a la Crítica
de la Filosofía
del Derecho de Hegel” (1843). ¿Y entonces?
1 septiembre, 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario