Raíces Radio

domingo, 18 de diciembre de 2016

Aprendizaje partidocrático

Por ANULFO MATEO PÉREZ

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Para la sociedad dominicana, a la merced de la propaganda, la manipulación mediática, el chantaje, el soborno, la corrupción, el clientelismo, la demagogia, la cultura partidocrática, un “político exitoso” es todo aquel que llega a un puesto público para enriquecerse mediante el saqueo de los recursos del Estado.

Para muchos, un “político fracasado”, o el descrito por el polímata venezolano Arturo Uslar Pietri, es el pundonoroso, que no alcanza un puesto público, y si lo hace no se corrompe ni contamina a los demás.

Es el mismo que no cambia de chaqueta o no pierde el rumbo, apegado al ejercicio coherente y decoroso de la política, contrario a la veleta, que gira sobre un eje vertical según la dirección del viento.

El envilecimiento ha sido una de las armas más usadas de los que han llegado al poder, para doblegar a los carentes de ideales nobles, resentidos, egocéntricos, ambiciosos, desidiosos, mediocres y corruptos.

Muchos son autodidactas en el proceso del aprendizaje de la adulonería y la perversidad, que “pertenecen a la farándula” de los presidentes “para medrar a cambio de lisonjas”, como afirmara Américo Lugo.

Creer en la promesa del presidente Danilo Medina, de que no buscará nueva vez la reelección porque juró ante Dios respetar la Constitución, es pecar de ingenuo o creer que todos los dominicanos lo somos.

La frase de que el presidente tendría que "comerse un tiburón podrido" para sucederse a sí mismo en el poder no es de la autoría del actual mandatario, sino del fenecido intelectual Ramón A. Font Bernal.

Un consejo de un folklórico personaje, que integró la “farándula literaria y política de Balaguer”, a un novel Leonel Fernández, superado en la captación del meta-mensaje por el ministro Danilo Medina.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Fidel y la verdad

 Por ANULFO MATEO PÉREZ

La fortaleza de la Revolución Cubana y del liderazgo de Fidel Castro, que ha resistido por más de medio siglo la guerra de la desinformación y el asedio permanente desde los distintos centros de la reacción mundial, se sustenta en la justeza de sus ideas y en enfrentar la mentira con la firmeza de la verdad.

En la guerra contra Cuba, dirigida por los halcones de Washington y sus socios, una de las armas más letales usadas es la mentira, difundida a través de los distintos medios corporativos y sus agentes.

El apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, explicaba con brillantez una verdad irrebatible e imperecedera: “Los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen.”

Con el deceso de Fidel y como respuesta a las manifestaciones de pesar y solidaridad con el pueblo cubano desde todos los puntos del planeta, sus enemigos han arreciado la campaña de odio y pérfidas calumnias.  

El 8 de Enero de 1959 el líder cubano afirmó: “Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía.”

Y agregó de inmediato la siguiente reflexión: “No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario.”

Insistió el Comandante Fidel: “Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.”

Durante su histórico discurso dirigido al pueblo cubano ese 8 de Enero desde Ciudad Libertad, en La Habana, Fidel preguntó: “¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde?” Y respondió: “Diciendo la verdad.” 

domingo, 4 de diciembre de 2016

Fidel hacia la eternidad

Por ANULFO MATEO PÉREZ

Su genio político, su ejemplo de audaz combatiente guerrillero, de batallador de las ideas, escudriñador de lo más insondables secretos de la vida, hombre de armas y de paz, amigo del medio ambiente, defensor de la igualdad de derechos entre los seres humanos, ese es el Fidel que viaja hacia la eternidad.

Su convencimiento de que la solidaridad es lo más sublime del ser, su tenacidad en la defensa de la dignidad humana, del derecho a la educación, a la salud, al trabajo, a soñar, hacen de Fidel un hombre inmenso.

Honrado en la lucha contra sus más enconados adversarios, porque los combatió con la verdad como guía; no claudicó en la defensa del socialismo ni en los momentos de mayores dificultades y reveses políticos.

En sus largos discursos e intervenciones en foros internacionales jamás respondió con insultos, descalificaciones ni calumnias contra los que sí usaron esos medios para denigrar a Cuba, su liderazgo y a la Revolución.

Fidel en su grandeza irradiaba humildad en el trato, escuchaba a sus interlocutores, interrogaba sobre sus dudas, se interesaba por las más pequeñas dificultades de sus amigos y compañeros de lucha.

En 1986 me sentí muy complacido en compartir con él la misma mesa, junto a Narciso Isa Conde y un pequeño grupo de dirigentes comunistas, para intercambiar sobre la unidad y el tema de la deuda externa.

Al estrechar su mano y confundirnos en un abrazo, de inmediato me preguntó: “¿cómo van las cosas con Ordaz?” (Comandante Eduardo B. Ordaz Ducungé), entonces director del Hospital Psiquiátrico de La Habana.

Un compañero al que Fidel le guardaba admiración y respeto, quien dirigió desde el triunfo de la Revolución hasta su muerte esa institución donde me formé en la ciencia y arte de la neuro-psiquiatría.