En
la lucha política, social, económica —y también en la guerra—, se despliegan distintos
medios para vencer o resguardarse de los adversarios. Múltiples recursos son
empleados para obtener distintos objetivos.
Infiltrar
y penetrar al oponente es una acción encubierta, con la que se disminuyen,
neutralizan y/o destruyen las organizaciones y sus dirigentes. Siempre son
parte de un plan general de quienes lo articulan.
Los
agentes encubiertos en el seno del enemigo, que actúan según se les instruye,
tienen distintas misiones; pasan por etapas para lograr la confianza y el
acceso a las informaciones sensibles.
Sus
acciones son dirigidas desde un centro que estudia y da seguimiento político a
esa organización a debilitar o destruir.
Actúan,
según sus éxitos, como simples informantes de lo que discute, acuerda y practica
el enemigo. Algunos se convierten en dirigentes, asesores y/o consultantes de
los “jefes” políticos. O pueden llegar a ser el líder.
Otras
veces juegan el rol de catalizadores de las contradicciones naturales en el
seno de la organización donde actúan, atizando la división, el debilitamiento y/o
destrucción de la misma.
Para
llegar al guía político o a los organismos dirigentes, realizan hazañas
importantes. Aportan recursos económicos; despliegan falsas “cruzadas” contra
sus prohijadores y simulan ser incondicionales al líder.
Mientras
más abierta e indisciplinada es la organización, más fácil es desnaturalizarla,
manipularla, debilitarla y destruirla, según la conveniencia.
También
existen verdaderos traidores, que por su naturaleza terminan cambiando de bando
con disimulo —colaborando
desde adentro —,
o pasando abiertamente al adversario.
Por
todo eso, la ingenuidad y la política no deben ir nunca de las manos.
02/04/2011.
02/04/2011.